La Librería Pastoral, la decana de Almería con 60 años de actividad, echa el cierre el próximo mes de junio. Su actual gerente, el gadorense, Juan García Amat, baja la persiana por jubilación tras 50 años trabajando en este establecimiento ubicado en la calle Velázquez con vistas a la torre campanario de la Catedral. "Las ventas de libros han bajado y es muy difícil sobrevivir,", manifiesta el librero tras toda una vida dedicada a la venta de volúmenes editoriales complementado con la comercialización de souvenirs religiosos, sagradas formas y otros ornamentos parroquiales para las iglesias de Almería.
El local pertenece a la Fundación Providentia y por ahora no hay sustituto que releve a Juan y a su empleada Marina Martínez. Con el cierre de La Pastoral, se va un nuevo establecimiento en pleno centro histórico de la ciudad, que gota a gota, se va quedando cada vez más huérfano de actividad comercial. Hace unas semanas cerró también la Librería Nóbel en la Plaza de Santa Rita.
Nació de la mano de Suquía
Estaban a punto de coronarse las obras de un gran edificio en la calle Velázquez, frente a la renacentista Puerta de los Perdones de la Catedral, donde cuenta Orbaneja que estuvo aposentada una delegación del Tribunal de la Inquisición hasta el siglo XVII. Fue promovido ese bloque de ocho alturas, hijo de la verticalidad imperante, por la Constructora Benéfica Santos Zárate que pertenecía al Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Almería, en manos de la Diócesis. En sus bajos se abrió una flamante oficina de la Caja, dirigida por Antonio Zamora, donde iban en peregrinaje a cobrar la pensión buena parte de los jubilados de Almería. El imponente edificio inaugurado en 1967, pasó a estar habitado, sobre todo, por sacerdotes como los hermanos Gallego Fábrega, de Albox: don Arturo, don Alfredo y don Pelayo, y por empleados de la caja de ahorros, como la familia Frías y por dueños del solar como los Batlles.
Al lado de esas nuevas oficinas de la sucursal, quedaba, sin embargo, un bajo sin ocupar y fue la coartada que halló Suquía para impulsar una librería que sirviera de abrevadero intelectual para los curas, grupos parroquiales y cristianos en general de la provincia. Contactó con la editorial PPC (Promoción Pública Católica) para que se hiciera cargo de su gestión y una mañana de diciembre de 1968 fue inaugurada la nueva Librería Pastoral (hubo un antecedente antes de la Guerra en la calle Castelar) con la asistencia de don Manuel Montero, arzobispo de Extremadura y director general de la editorial.
Suquía, más contento que unas pascuas, fue derramando agua bendita con el hisopo por todos los rincones, aunque solo unos meses después tuvo que abandonar Almería tras ser nombrado obispo de Málaga. El prelado trajo también a Almería a varias monjas seglares -Itziar Alquiza, Angelines Rojo y Amalia Rubio, que se avecindaron en Pescadería. Las dos últimas pasaron a gestionar también la librería.
La Pastoral se convirtió, entonces, en lugar de peregrinación de sacerdotes y fieles de la provincia y junto a las dos hermanas seglares, en ella han trabajado también otros empleados como Miguel Angel Molina, el periodista Cristóbal Cervantes y Juan Garcia Amat, de Gádor, que, sustituyendo a Angelines, la regenta desde 2003, con la ayuda de Marina Martínez.
En esos primeros años, la Pastoral -que competía con otros establecimientos más consolidados como la Cajal de José María Artero, que abrió en 1964, y la Goya, en 1961, de Marina Granados- se fue pronto abriendo hueco como librería humanista, especializada en libros de filosofía psicología, pedagogía, catecismos y misales. Y por allí solía merodear con asiduidad el vecino poeta Valente, quien abanderaba ese sarpullido por la lectura que había brotado sobre todo en los 70, con la apertura, el cambio y el nuevo país que estaba fermentando. Se vendían como rosquillas los libros de la Editorial Zeta, los de Anthony de Mello, el Polizer, de filosofía marxista, El Regreso del Hijo Pródigo, de Henri Nouven, y también, bajo cuerda, aparecieron ya los primeros discos de Víctor Jara, Quilapayún y Violeta Parra, aunque a veces llegaba la policía y los requisaba.
Las librerías estaban en auge y leer pasó a estar más bien visto que nunca, leer en papel y con el desconocimiento absoluto de lo que ha venido después en forma de tulipa digital. Había papelerías que se adaptaron también a librerías y viceversa: la Colón, la Tuiza, la Cervantes, Avenida, Marín, Logos 92, Rodríguez, Alonso o Frama. Fruto de ese furor por la lectura, que se ensanchó hasta los 90, nacieron las primeras ferias del libro con puestos en el Paseo de Almería. Eran los tiempos de la obra caudalosa del Padre Tapia y de los Autores almerienses, de Alfonso López y las obras locales de José María Artero y después de La Voz de Almería y Arráez.
Todo ese fragor de letra impresa -que se dejaba ver también en los fascículos de los kioscos y en las torres de periódicos que amanecían cada mañana en el Paseo- ha ido languideciendo y la vieja Librería Pastoral, con medio siglo de vida, es ya la decana de la ciudad, junto a otras que surgieron después como la gigantesca Picasso de Manolo Peral, la Nóbel, Zebras, Bibabuk y el Faro de Recóndito. La Pastoral ha ido neutralizando la desgarradora competencia digital bibliografica con nuevos productos como las imágenes religiosas de santos, vírgenes y crucificados, las velas, las sagradas formas y hasta el vino abocado que se beben los curas en la Misa de 12. Hasta dentro de unas semanas que cerrará sus puertas.
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