La librería Nobel cierra el día que se presenta la Feria del Libro de Almería

En el Africa profunda, esa de la que se nutren los negreros de las pateras que llegan a Almería con galeotes desnutridos, hay un proverbio que reza que cuando muere un anciano es como si ardiera una librería; en Almería acaba de arder una -está ardiendo- frente al obrador de la Plaza Santa Rita, frente a los rescoldos de otra que se llamó Librería Técnica. Se trata de la Librería Nobel, que está cerrando sus puertas y que 'regala' sus libros a un euro (cuánta cura de humildad para tanto escritor que invierte meses y años en ungir lo que ahora sale en almoneda por menos de lo que vale un café en el Coimbra); echa el cierre, la Nobel, y como era esperable, en una ciudad más dada al folklore que a la luz del flexo y al sillón de orejas, no ha habido obituarios litúrgicos, como cuando dejó de servir vino la Bodega el Patio o jibia Los Claveles, por poner un ejemplo; está lacrando la puerta la Nobel y hay más ambiente que nunca: ayer se veía revolotear a gente joven y menos joven remover los lomos impresos entre las estanterías: un señor se llevó una edición de La Regenta, un libro de cocina práctica y un sesudo volumen de la Iglesia de Gádor de Gil Albarracín, por el módico precio de tres euros (lo que nadie se lleva ya son las enciclopedias, ni regaladas); cierra la Nobel y no falta quien salte: "No va a quedar ni una librería". Y los hechos, empero, demuestran lo contrario: cerró la Cajal, sí, pero abrió Bibabuk en La Rambla; cerró la Goya o la Universitaria, pero brilla El Faro de Recóndito, en la Carrera de Los Picos. En la Plaza de San Pedro abrió también hace unos meses una librería de saldo, Re-read, que complementa a la Disco-Libro, en Pablo Iglesias. Hace unos años se amontonaban los kioscos en el Paseo que vendían libros a granel y por fascículos; y un comercial con corbata tocaba al timbre a la hora de comer para ofrecerte las novedades del Círculo de Lectores. Ahora es Amazon y el libro electrónico los que han ganado terreno. Ese malditismo comercial tan almeriense que afila sus colmillos en el Paseo: "El Paseo está muerto". Y es demostrable que por cada tienda que echa el candado abre otra, aunque sea en la aledaña Reyes Católicos, donde hace unas décadas solo había un cine. En el comercio urcitano, como en todos los comercios del mundo, uno es más de pensar que sucede como con la energía que ni se gana ni se pierde, sino que se transforma.

La Librería Nobel, a pesar de no ser tan céntrica, amplificada y de referencia como la Picasso, ha sido una librería de culto, desde que nació en 1979, primero como papelería y después con el añadido de la letra de molde. Fueron dos hermanos aragoneses -Pedro y Jesús García Martín- los que creyeron posible construir un cañamazo de venta de cultura al final de la calle Alcalde Muñoz. Crearon una librería casi familiar, con la ayuda de Esther como empleada, en esas dos alturas preñadas de ediciones de todo pelaje, con unos escaparates donde se amontonaban las novedades con los clásicos y con los volúmenes de temas almerienses. Pasaron los años, los fundadores se jubilaron, y tomaron el relevo Antonio Domene y Virtudes Salmerón. Hasta que en los últimos años ha sido también Rafael Calvache el que ha mantenido ese prontuario de realidad y de ficción, de novela y de poesía, de ensayos y de manuales, complementándolo con algunas actividades culturales y de promoción de la lectura. Han pasado 44 años y la Nobel ha dicho punto y final. Hoy presenta Manuel García Iborra -otro emprendedor al que se le quedó una librería en el camino- la Feria del Libro de Almería en la Plaza Vieja, al tiempo que la Nobel apaga las luces; como la vida misma, como ir al mismo tiempo de un paritorio a una sala de Tanatorios del Sur.