No estaba la tarde catedralicia para corbatas por mucho que llegara el líder del Vox al corazón del catolicismo almeriense. Era un calor de canícula que derretía el tronco de las palmeras. Mucho pantalón corto, mucha camisa abierta ‘pecho lobo’ y más abanicos que en la plaza de toros en la feria de agosto o que en un concierto de Loco Mía; no estaba el horno para bollos, por tanto, con la plaza de la seo tomada por puestecitos vendiendo libros de José Antonio Primo de Rivera, cuajada de policías nacionales que tuvieron que desalojar a varios jóvenes por comportamientos indecorosos; y los veladores del Montenegro sin clientes: no estaba el tiempo para tapas de tocineta; mucha cara de ganador, mucha bandera de España -alguna templaria- y el lema ‘Nos van a oír’, presidiendo con una pancarta la tribuna delante de la fachada de Juan de Orea. Música contenida a la espera del fragor de la batalla, antes de que apareciera Santiago y Cierra España.
La plaza bien apretada de seguidores, curillas ancianos mirando por las ventanas de la casa sacerdotal acercándonos a las ocho de la tarde. Y de pronto, irrumpió el líder bajándose de una furgoneta Mercedes color azul, aparcada bajo el yugo y las flechas labradas en piedra de la catedral. Ahí estaba por fin Abascal -hasta su irrupción, el único Abascal que conocíamos era nuestro campeón de los 1.500- en vaqueros, calzado con unos botos de Valverde del Camino, también con la camisa abierta, sin un pelo asomando -¿se depilará el pecho con láser?- sin una cadena, sin un solo tatuaje, solo una pulserita rojigualda, este Santiago Abascal Conde, este bilbaíno de 46 años que se puso a hablar con la prensa, arrancando antes de que le formularan pregunta alguna. “Sánchez se debe dejar de cartitas de amor, de querer parecerse a Kennedy, que asuma responsabilidades”. El calor se masticaba cuando una mujer que no perdía ripio exclamó saliéndole del alma ¡Qué hombretón!
Y subió el presidente local, Juan José Bosquet, hablando del rayo de esperanza que es Vox; y saltó Juan Carlos Girauta, como telonero, candidato en la lista europea de Vox, con su barba descuidada de antiguo militante de izquierda, y sonaron las campanas de la torre: “Doblan las campanas por Sánchez”; y saltó por fin el líder, con su aspecto de rey babilónico, con Rocío de Meer, Rodrigo Alonso, Mercedes Rodríguez Tamayo y Juan Francisco Rojas en primera fila. Y habló de Rusia, y de Hamás, y del PP, “que es como una sandía de Almería, verde por fuera, roja por dentro”; y habló de Marruecos, cuando una mora pasaba por detrás proveniente de calle Almedina. “España es de los españoles, necesitamos que nazcan niños españoles”, dijo, entre vítores. “Hombretón”, volvieron a gritarle. Y después desapareció entre una montaña de abrazos almerienses, sonando el himno de España en los altavoces, con banderas verdes ondeando al viento hirviendo de levante.
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