Las vías de todos nosotros

Están ahí apiladas en un promontorio, a punto de ir a un vertedero, tras 130 años de servicio

Vías levantadas y apliladas junto a la Estación de ferrocarril.
Vías levantadas y apliladas junto a la Estación de ferrocarril. La Voz
Manuel León
21:22 • 17 jun. 2024

No queda nadie vivo que las viera colocar sobre los campos salutíferos de la antigua vega de Almería. Están ahí, ahora, por unos días efímeros, las vías del tren de Almería; están ahí apiladas estos días como cordilleras de hierro y madera, en medio de ese fragor de grúas y retroexcavadoras, en ese mar de trabajos forzados, para llegar a tiempo, para que el AVE llegue a tiempo, para que el Soterramiento llegue a tiempo. Porque la vida es tiempo; están ahí las vías, las traviesas, el balasto antiguo, más antiguo que cualquier ser humano que camine por esta ciudad de vientos y de sol; están ahí todos esos oropeles industriales que tanto se hicieron esperar. Fueron instaladas a partir de 1892 cuando ya se había ido Pedro Antonio de Alarcón, que tuvo que bajar en mula por la Alpujarra granadina, cuando ya se había ido Echegaray, aquel ingeniero de Caminos que se metió a literato sin el permiso de su madre; está ahí esa montaña de vías, pudriéndose al sol de junio, después de haber sido arrancadas de la faz de la tierra con una pala, como si fuera un campo de mies.



Se puede ver todo ese promontorio con el suelo debajo dolorido por la cirugía, como en una operación de apendicitis. Algún nostálgico que camine por la Avenida de Sierra Alhamilla bajo este sol juniano mirará las entrañas de ese esquilmo y pensará en lo mucho que viajó encima de esas vías hoy desdeñadas, esperando la modernidad del Soterramiento, de las nuevas vías, del nuevo balasto, de la nueva catenaria. Por esas vías que irán a parar a algún vertedero se marchaban los emigrantes o llegaban los maestros a tomar posesión. Todo el mundo llegó o se marchó alguna vez por esos carriles; por allí llegó alguna vez un rey castizo -putero dirían otro- que fue Alfonso XIII para rendir homenaje al Regimiento de la Corona que se había batido el cobre con los moros en el Rif; por allí aparecían como sonámbulos los forasteros y se marchaban llorando los almerienses a la emigración, echando una última mirada por la ventanilla, teniendo por delante muchas horas de chacachaca, junto a personas aún desconocidas con las que pronto entablarían triviales conversaciones interrumpidas por un revisor pidiendo el billete con cara de mala leche y oliendo a carbonilla. 



Por esas vías circularon enamorados comiéndose a besos junto a la cafetería del tren; allí estaban rubios mochileros durmiendo en los coches cama haciendo el Interail, consultando mapas del Cabo de Gata manchados de cerveza; desde allí se marchaban los emigrantes a la vendimia francesa o a las fábricas de salchichas alemanas, con los ojos humedecidos, besando la mejilla de niños con churretes abrazados a sus madres; por allí circulaban los curas que cambiaban de parroquia o los maestros como Celia Viñas, cuando aún no existía el aeropuerto. Por esas vías viajaron los sueños de miles de Almería, sus esperanzas, sus anhelos, sus penas y sus alegrías, en esos trenes, que eran un espacio de lo más democrático:  el mismo retrete tenía que usar la Marquesa de Torrealta, que venía a tomar limonada en su mansión almeriense, que los carteristas que llegaban para hacer la feria de agosto o los granadinos que venían como sardinas en lata en el Tren Botijo para pasar unos días de baños. 



Fue inaugurada esa vía en 1895 con la llegada del primer tren de Guadix, entre penachos de humo y el rechinar de los boggies, cuando Almería entera fue una fiesta e Ivo Bosch, el industrial que arriesgo el capital al quedarse con la contrata, su héroe. Surcaron esas traviesas decimonónicas el rumor de establos y vaquerías y el paisaje de los sarmientos y de hombres lejanos con la testuz amagada desperfollando el panizo de los campos de antaño.



Ahora que están a punto de desaparecer esas vías como fósiles ferroviarios, había que acordarse de ellas, porque fueron las vías por las que tanto lucharon nuestros bisabuelos y porque fueron las vías de todos nosotros. 






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