Perceval y la Virgen de los marineros

En julio de 1944, salió por primera vez a la calle la Virgen del Carmen de Perceval

La Voz
Eduardo de Vicente
21:44 • 16 jul. 2024 / actualizado a las 09:39 • 17 jul. 2024

Se cumplen 80 años de la primera salida a la calle de la Virgen del Carmen que talló el artista almeriense Jesús de Perceval por encargo del Comandante de Marina José María Guitián.
La obra corresponde a uno de los períodos de mayor fecundidad del artista, que empujado por los numerosos encargos que le llegaban, dedicó los primeros años de la posguerra a darle vida de nuevo a gran parte de la imaginería religiosa, que había quedado mermada durante la guerra civil.




Era tanto el trabajo que le encargaban que el propio Vicario de la Diócesis, Rafael Ortega Barrios, le sugirió a Perceval, a veces con insistencia, que creara un estudio profesional donde pudiera entregarse plenamente a sus obras.




En esos años, Perceval esculpió el Cristo del Escucha, el trono de la Virgen del Mar, una Virgen de las Angustias para Tabernas, una Virgen del Carmen para Níjar, un Nazareno para Lubrín, el Cristo del Amor para la iglesia de San Sebastián y la imagen y el trono de la Virgen del Carmen por encargo de la Comandancia de Marina, por el que el escultor cobró la cantidad de ocho mil pesetas.




Fue una de las obras más veneradas y con mayor arraigo popular de todas las que salieron del estudio de Perceval. La devoción por la Virgen marinera iba más allá de un sentimiento religioso. Aquella imagen era la diosa protectora de los hijos de la mar, a la que se encomendaban los marineros cada vez que salían a navegar, a la que sus mujeres le rezaban llenándola de velas para pedirle que les devolviera sanos a sus hombres. Para que la Virgen también velara por ellos después de la muerte, era costumbre colocar su estampa en las tumbas de los pescadores.




El día de la procesión era el más importante del año. Esa tarde había que lavarse bien para no desentonar con la pureza de la ropa nueva. Los patios de las casas se llenaban de barreños y de niños, y a fuerza de cubos que se llenaban en los caños públicos que existían en el barrio, las madres iban dejando limpios los cuerpos para que estuvieran presentables ante los ojos de la Virgen.




Desde las primeras horas de la tarde, empezaban a llegar al puerto los vendedores ambulantes, con sus tenderetes de churros y caramelos, mientras que en los bares se encendían las lumbres para asar y freir el pescado que esa misma mañana habían traído las últimas barcas que habían salido a faenar. Un aroma de gambas y de mar iba invadiendo el aire, pregonando por las cuestas y las calles que la fiesta ya había comenzado.




El momento en que subían a la Virgen en un barco para recorrer la bahía, tenía la emoción de las tradiciones remotas cuyas referencias se pierden en el túnel del tiempo. Sin embargo, no se trataba de una tradición antigua en Almería. La primera procesión marinera se celebró el 28 de octubre de 1928. Unas semanas antes, una comisión de la Asociación de Armadores de barcos pesqueros ‘El Faro’, al frente de su presidente, don Jacinto Baspino Leis, solicitó permiso al comandante de Marina para pasear a la Virgen del Carmen por la bahía, con motivo de la bendición de la imagen, que había sido traída de Valencia por iniciativa de don Pedro Caballero, párroco de San Roque.




Para costear la talla, abrió una suscripción popular en la que participaron todas las familias del barrio, desde los pescadores más humildes hasta los más pudientes armadores.  El cura, haciendo causa común con el señor Baspino, importante armador y exportador de pescado de la época, quiso imponer en Almería una ceremonia que se repetía todos los años por los pueblos marineros de España.


Aquella primera ceremonia marítima del otoño de 1928 fue muy recordada por las emociones que desató contemplar a la Virgen surcando las aguas, escoltada por dos lanchones donde iban los niños de la schola cantorum, los populares ‘Seises’, interpretando salmos y cantos populares; detrás, iba la banda de música del municipio, que cerraba la comitiva a bordo de un vapor mayor. Al regresar la imagen a su templo, fue acompañada por los jóvenes estudiantes del Seminario y los niños que formaban las escuelas del Ave María de San Juan Bautista, enclavadas en la misma parroquia.


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