Qué piensan los almerienses de Marruecos y los marroquíes

Carta del director

La Voz
Pedro Manuel de La Cruz
07:19 • 21 jul. 2024

Pasear por las calles de El Ejido, Níjar, Vícar o la capital, entrar bajo el plástico de los invernaderos, contemplar el trabajo incesante en los almacenes agrícolas o compartir cada mañana la algarabía de la entrada en los centros escolares, ha convertido en cotidiana normalidad la presencia de miles de inmigrantes marroquíes que comparten estos escenarios con miles de almerienses. Pero, ¿qué piensan los almerienses de esa presencia, cómo la valoran, qué beneficios o perjuicios han provocado o provocan estos almerienses llegados de la otra orilla del Mediterráneo en los almerienses que nacieron aquí?



Las opiniones que siguen son la respuesta a estos interrogantes que he solicitado a un grupo de almerienses. Todos aceptaron participar en esta reflexión. Solo Rocío de Meer, diputada de Vox por Almería, ha declinado la invitación alegando su discrepancia con una Carta publicada por mí sobre la actitud de su partido ante el fenómeno migratorio. 



En Vícar nuestra propia diversidad es un gran activo, una riqueza que debemos proteger. En nuestra sociedad no caben el racismo y la xenofobia y sí la convivencia, el respeto y la cohesión social. Nuestra responsabilidad desde el ámbito municipal es velar porque esa armonía y esa cohesión sean el sustrato que haga germinar una convivencia plena entre culturas y para ello, trabajamos en estrecho contacto con los colectivos y asociaciones de marroquíes.



No obstante, la población marroquí en Vícar es un colectivo importante, alrededor de la mitad de los vecinos de nacionalidad extranjera que conviven Vícar son hombres y mujeres que provienen del Reino Alauíta, la mayoría de ellos con niños y niñas que en la mayor parte de los casos han nacido aquí y que por tanto han crecido y aprendido desde la cuna la importancia de convivir en armonía, que han palpado desde su infancia la normalidad, el respeto y la concordia, como valores fundamentales que han de presidir las relaciones humanas. La perfecta armonía entre culturas que se da en nuestras aulas y la participación cada vez mayor de los padres y madres marroquíes tanto en el tejido educativo como en el tejido social de nuestro pueblo, es sin duda el mejor termómetro para evaluar la buena sintonía que preside nuestra convivencia vecinal.




Los fenómenos migratorios son imparables y motivados por orígenes distintos, lo que no pueden ser es incontrolados y anárquicos y deben ser tratados por las administraciones competentes con suma delicadeza y anteponiendo siempre razones humanitarias en su tratamiento.



Nuestro país está sufriendo últimamente este efecto. Los desequilibrios que se producen por los bajos índices de natalidad, podrían ser compensados en gran medida por estos flujos, debidamente regulados, aceptados e integrados en la igualdad de condiciones de dignidad humana con la población autóctona.



Donde se junta “el hambre con las ganas de comer” se debe imponer la “mesura” y el “buen hacer”. Y no “mirar para otro lado” .



 

Las alumnas y alumnos de origen marroquí representan un grupo muy numeroso entre los estudiantes de la Universidad de Almería. También entre nuestro profesorado, personal investigador y personal técnico y de servicios contamos con personas procedentes de Marruecos, por nacimiento o por raíces familiares, y debo decir que su presencia aporta a la comunidad universitaria riqueza y diversidad. Creo que la Universidad de Almería no sería lo que es ni se entendería en toda su dimensión científica, social y humanística si no tuviéramos la enorme fortuna de contar con todos ellos. No exagero si afirmo que la comunidad universitaria almeriense en su conjunto tiene absolutamente interiorizados los principios del respeto, la tolerancia, la convivencia, la solidaridad y la igualdad como valores fundamentales. 



Ninguna sociedad tiene una identidad única o pura, y las que lo intentan caen en la decadencia, la xenofobia y la pobreza moral. Los y las marroquíes que ahora viven en Almería son, en realidad, nuevos almerienses, tanto o más que yo o cualquiera de nosotros. Algunos han venido desde su país de origen, otros han nacido ya aquí. Para mí son, sin lugar a dudas, simplemente almerienses.


 

La llegada en los últimos 35 años de personas de países como Marruecos, se puede considerar una historia de éxito por ambas partes:


Gracias a un contrato y un salario digno, han podido integrarse y vivir entre nosotros enriqueciendo nuestra cultura.

Gracias a disponer de esa mano de obra, nuestros hijos-as han podido compaginar el trabajo con los estudios y formación.

Formación y desarrollo que actualmente incluye a cualquier persona del sector, nativo o inmigrante.



No se si la cantidad es mucha o poca, que hablen los sociólogos, pero lo cierto es que la mayoría trabajan y aportan valor a nuestra provincia. La percepción que se tiene sobre el colectivo marroquí tiene mucho que ver con los sesgos ideológicos o políticos de quien te comenta, o el tipo de experiencias personales. En lo que a mi concierne, puedo decir que las jóvenes marroquíes que participan en nuestra Asamblea Feminista y en la preparación del 8M son muy entusiastas. No cabe duda de que pese a muchos problemas con los que se enfrentan, a veces en su propia casa, estas chicas vienen pisando fuerte. Otra característica es que tienen hambre de conocimiento y eso es muy esperanzador. Está claro que las dificultades, el saber que tienen que emplearse a fondo, las hace más despiertas. 


Níjar es un municipio con un gran futuro. Somos pioneros a nivel internacional en agricultura ecológica, y eso se debe al esfuerzo de nuestros empresarios y agricultores, pero también gracias a los miles de inmigrantes que viven y trabajan en nuestro campo. En el pasado, nuestros antepasados emigraron a otros lugares en busca de un futuro mejor, y actualmente, somos tierra de acogida y recibimos con agrado a todo aquel que viene a trabajar, a integrarse y a contribuir a hacer de Níjar un municipio mejor. Somos un ejemplo de convivencia entre nacionalidades, culturas, razas y religiones diferentes, y nos sentimos orgullosos de ello.


Ahora bien, estamos totalmente en contra de la inmigración ilegal, que es lo mismo que estar en contra de las mafias que trafican con personas y que ponen en riesgo sus vidas. Creemos que los inmigrantes tienen que venir de manera legal, ordenada y controlada. Los primeros en agradecerlo serán los propios inmigrantes, que no tendrían que jugarse la vida en el mar, ni ser estafados por esas mafias, si sufrir abusos de ningún tipo ni tener que malvivir en poblados chabolistas una vez llegan aquí. No podemos caer ni en demagogias ni en buenismos. Inmigración sí, pero con la ley en la mano, garantizando la integración de los que vienen y la seguridad de todos.



El fenómeno inmigratorio de origen magrebí en Almería supone un desafío continuo a la capacidad de nuestra acogida y hospitalidad. Creo importante el estar alerta ante quienes aprovechándose del derecho natural a emigrar se lucran de los movimientos inmigratorios buscando un enriquecimiento deshonesto o desestabilizar el orden social y la seguridad del lugar de acogida. Siendo esto contrario al bien común, que debe preservarse teniendo como referencia la inalienable dignidad de la persona humana que emigra y acoge, a cuyo respeto nos conduce la verdad revelada por Jesucristo. El Papa Francisco lo resume perfectamente en su Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado de este año: “Cada encuentro, a lo largo del camino, es una oportunidad para encontrar al Señor; y es una oportunidad cargada de salvación”.



Las personas almerienses tienen orígenes diversos, y las procedentes del Magreb han estado presentes a lo largo de la historia. No tenemos que olvidar que Almería es una provincia situada en dos continentes : Europa y África. Compartimos con la otra orilla siglos de intercambio y vecindad, por ello los vecinos y vecinas de origen marroquí son parte de esta tierra desde antaño. 


Han sido y son una comunidad clave en el desarrollo de la provincia. Su trabajo es importantísimo para el sostenimiento del tejido productivo, aunque en muchas ocasiones haya que lamentar la falta de reconocimiento de su aportación y se abra un debate necesario sobre derechos laborales. Pese a la estigmatización y el racismo que desgraciadamente es un azote en estos tiempos, su capacidad de resiliencia ha contribuido al desarrollo de barrios cada vez más plurales, enriqueciendo una sociedad diversa, multilingüe, rica en cultura y creencias. Nuestra tierra tiene un futuro hermoso si las almerienses de orígenes diversos trabajan unidas poniendo en el centro los derechos humanos.


Almería es la provincia española con mayor porcentaje de población marroquí. Hoy en día, las personas nacidas en Marruecos y sus descendientes están acercándose al 10% de la población de la provincia. Esto no se ha producido en el vacío. El dinámico sector agrario, uno de los pilares de la economía almeriense, lleva varios decenios requiriendo mano de obra que solo encuentra en la inmigración, sobre todo africana y especialmente marroquí, que es la que acepta las condiciones que se ofrecen. La prolongada extensión de nuestra campaña agrícola ha hecho que sea menos práctico el recurso a los contingentes de temporeros y ha posibilitado el asentamiento permanente de estos trabajadores, que han formado o traído sus familias aquí.


Muchas de estas personas llegaron de manera irregular, ante la ausencia de cauces para hacerlo legalmente y al abrigo de la posibilidad de trabajar de manera informal (el principal estímulo de la inmigración irregular es la existencia de trabajo sumergido). Pero también la mayoría consiguió regularizarse a través de afortunados procesos extraordinarios o de tortuosos procedimientos de arraigo y, a partir de ahí, ir mejorando poco a poco su situación. En la actualidad, en torno al 70% de los afiliados en alta laboral del Sistema Especial Agrario son extranjeros. Son, por tanto, esenciales en un sector estratégico. Y, sin embargo, deben superar la precariedad laboral, la inexistencia de una oferta de vivienda acorde a sus posibilidades y la adaptación a un contexto diferente, a veces hostil.


La inmigración marroquí es un fenómeno estructural y que está para quedarse. La cuestión es qué sociedad queremos construir a partir de esta realidad, si queremos avanzar hacia la cohesión social o si queremos mantener subordinada y estigmatizada a una parte significativa de la población. Los discursos de racismo sin complejos, tan en boga, construyen muros, discriminan personas por su etnia o religión, e incrementan las dificultades de inclusión. Apostar por la cohesión exige actitudes abiertas, respeto mutuo y buscar soluciones a los problemas. No es fácil, pero la alternativa está abocada al fracaso. 


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