La obra que parecía interminable

La construcción del edificio del Gobierno civil se prolongó durante más de 10 años

La Voz
Eduardo de Vicente
21:55 • 23 jul. 2024 / actualizado a las 21:56 • 23 jul. 2024



Cuando la gente se preguntaba cuándo iba a llegar por fin el día de la inauguración, los trabajos en el interior se eternizaban de tal forma que en Almería se llegó a decir que las obras del nuevo edificio del Gobierno civil iban a durar más que la construcción de la Catedral.




En cierto modo, aquel edificio también tenía algo de Catedral por sus amplias dimensiones, y algo de fortaleza por sus  formas. Su construcción se proyectó como una necesidad imperiosa por parte de las autoridades del nuevo régimen, que querían un Gobierno civil con sello propio, majestuoso, que no pasara desapercibido, que fuera el edificio representativo del carácter imperial del nuevo Estado.



Fue al Gobernador civil Rodrigo Vivar Tellez al que le tocó poner en marcha el proyecto. Cinco meses después de su llegada a Almería, el nuevo Gobernador dio la orden de que se pusiera a funcionar toda la logística de su institución y la del Ayuntamiento para encontrar cuanto antes unos terrenos libres en los que levantar el edificio. La idea era que el Ayuntamiento de Almería corriera  con los gastos de la compra de los terrenos y que después se los cediera al Estado para que éste se encargara de ejecutar la obra.




En principio le hablaron de algunos solares disponibles al otro lado del Camino de Ronda, en la zona que había quedado libre de la vega, pero Vivar Téllez se negó. Tenía claro que un Gobierno civil moderno tenía que estar ubicado en el corazón de la ciudad, lo más cercano posible al Paseo.




En los primeros días del otoño de 1940, el Gobernador visitó unos terrenos que estaban vacíos entre la calle de Gerona y la de Arapiles, con metros suficientes para poder levantar el gran complejo que necesitaba. El solar fue de su agrado e inmediatamente se puso manos a la obra para llegar a un acuerdo con sus propietarios. El terreno de mayor superficie pertenecía a la señora Carmen González Egea, hija del poderoso banquero y terrateniente José González Canet. Se trataba de una parcela de mil cien metros cuadrados de superficie, que lindaba con el jardín del chalet de la Plaza Circular, propiedad de José González Montoya, y que se prolongaba a lo largo de las calles de Gerona, Arapiles y la actual calle de López Falcón, que en aquellos años estaba aún en proyecto.




En el mes de octubre de 1940 el Ayuntamiento llegó a un acuerdo con la propietaria y unas semanas después se firmó la venta: algo más de mil cien metros cuadrados por los que se pagaron alrededor de 94.000 pesetas a su dueña. Para completar la finca, el Ayuntamiento aceptó la proposición del empresario Alfredo Esteller, que le había ofrecido al municipio una parcela de su propiedad,  justo al lado del solar que acababa de adquirirse para Gobierno civil, con una extensión que rondaba los doscientos setenta metros cuadrados al precio de treinta y dos mil pesetas.




Por fin, el 22 de noviembre de 1940, se firmó la escritura en la que el Ayuntamiento de Almería le cedía de forma gratuita al Estado los terrenos para que construyera el edificio del Gobierno civil. Ocho meses después, en julio de 1941, comenzaron las obras para levantar un coloso de cinco plantas en el que además de las oficinas propias del organismo, iría ubicada la vivienda del Gobernador, la del secretario y un departamento destinado a recibir a los huéspedes de honor. La obra contemplaba la construcción de un ático donde irían las dependencias del conserje y del chófer.

Cuando en el verano de 1941 se iniciaron los trabajos se hablaba de que en un plazo de tres años podía estar disponible el nuevo edificio, pero fue solo un espejismo, ya que las obras sufrieron constantes parones. Una semana los obreros trabajaban a marchas forzadas y a la siguiente el tajo se quedaba vacío, bien por la carencia de materiales en una época de fuertes restricciones o porque no llegaban las partidas de dinero que el Estado había previsto y había que darle descanso forzoso a los operarios.


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