Aquellos domingos del Club Náutico

El primer chiringuito que montaron en la playa estaba en la terraza del Centro Náutico

Terraza del Club Náutico en la playa de las Almadrabillas desde donde se podía disfrutar del espectáculo de la vida en ‘cinemascope’.
Terraza del Club Náutico en la playa de las Almadrabillas desde donde se podía disfrutar del espectáculo de la vida en ‘cinemascope’. La Voz
Eduardo de Vicente
19:08 • 24 jul. 2024 / actualizado a las 21:43 • 24 jul. 2024



Bienaventurados aquellos que un domingo podían coger una mesa en la terraza del Club Náutico. Entonces, los domingos de playa se dividían  entre los que se conformaban con pasar el día tumbados en la arena lo más cerca posible del agua, a ser posible bajo el amparo de una sombrilla y la promesa de una sandía enterrada en la orilla, y los que vivían la playa desde la distancia feliz del chiringuito.



 



Nuestro primer chiringuito de verdad fue el que montaron en la terraza de lo que oficialmente se llamaba Centro Náutico aunque aquí preferíamos llamarlo el Club Náutico, que era un nombre que le daba cercanía. Es verdad que el balneario de San Miguel tenía también su terraza con mesas y servicio de bar, pero carecía de ese ambiente aldeano que tenía aquella terraza sobre la arena de las Almadrabillas donde la clase media exhibía su estatus a base de jarras de cerveza y raciones de gambas.



 



El chiringuito del Club Náutico era una mezcla entre una terraza del Paseo y el patio de butacas de un cine. Te sentabas a la sombra, con el fresquito que siempre traía la brisa del mar, a disfrutar del placer de ver la vida pasar por delante.



Desde una de aquellas sillas de madera lo tenías todo a tu alcance: los cuerpos jóvenes que se atrevían a medio desnudarse en público; el espectáculo del tren del mineral atravesando el Cable Inglés; la valentía del heladero ambulante que mudaba varias veces la piel bajo el sol sofocante; la osadía del fotógrafo callejero que se internaba en la playa con un burro de carne y hueso con la esperanza de llamar la atención de los niños, y las apariencias del señor trajeado que se conocía de memoria a todas las bañistas, solteras y casadas, en una época donde a la playa también se iba a mirar.



 

Había quien disfrutaba bañándose y tomando el sol y quien rozaba la gloria mirando el espectáculo que pasaba por delante. El mirón de chiringuito no solía pisar la arena por miedo a que se le llenaran de tierra los zapatos ni se ponía bajo el sol para no sudar la chaqueta. Llegaba a la terraza del Club Náutico con su apariencia impecable dispuesto a mojarse solo por dentro.

 

Aquella terraza privilegiada, pegada a la orilla de la playa de las Almadrabillas, nació en los años de la posguerra, cuando las autoridades del Frente de Juventudes se plantearon el proyecto de la reorganización de un club de actividades náuticas en la playa para cubrir el hueco del desaparecido en 1939. En noviembre de 1943 se sacaron a subasta las obras para la construcción de un Centro Náutico y una residencia marítima. En el proyecto inicial se contemplaba un espléndido edificio de dos plantas, con cabinas, duchas, cuartos de aseo y depósito para embarcaciones en la planta baja, y una residencia de 24 plazas y un gran salón de baile en el segundo piso. En el exterior se habilitó la amplia terraza donde se instalaron sillas, toldillos y quitasoles y se habilitó un servicio de bar.

El domingo nueve de septiembre de 1945 se inauguraron sus instalaciones a la vez que el párroco de Ciudad Jardín, don Antonio Martínez Moreno, llenaba de agua bendita todas sus dependencias.

 

El nuevo Club Náutico no destacó por prodigarse en la organización de grandes pruebas, sino que se hizo célebre por su terraza, que en los meses de verano fue refugio de cientos de almerienses. Se convirtió en la dependencia más visitada del Centro Náutico junto a su salón comedor, por el que pasaron casi todos los gremios de trabajadores de la ciudad para festejar el día de su patrón y la mayoría de los clubes de fútbol cuando tocaba compartir una comida.

 

El Club Náutico de Almería fue también el paraíso de los jóvenes de aquel tiempo, que cada fin de semana llenaban su pista de baile al ritmo que marcaban los conjuntos de moda. En Nochevieja se organizaban grandes cenas que servía el Rincón de Juan Pedro y aquellos bailes de fin de año  donde se dieron a conocer al público nuestros queridos Teddy Boys.


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