La tahona que tenía un cañón

La panadería de la familia Pradal estaba situada en la calle Conde Ofalia

La familia Pradal regentó la célebre panadería de el Cañón. En la foto, Gabriel y Trina, hijos de los propietarios del negocio.
La familia Pradal regentó la célebre panadería de el Cañón. En la foto, Gabriel y Trina, hijos de los propietarios del negocio. Eduardo de Vicente
Eduardo de Vicente
20:07 • 05 ago. 2024

Fue la panadería más importante de la ciudad a lo largo del siglo diecinueve. Se sabe que en 1862 ya estaba abierta en la actual calle del Conde Ofalia y que sus dueños contaban que fue el primer comercio que se instaló en esa parte de Almería, que empezó a urbanizarse después de 1885, cuando se inició el derribo de las murallas.



Fue su fundador don José Pradal López, aunque el alma del negocio, en los años de apogeo, fue siempre su joven esposa, María Ruiz Espinosa, que por su edad y por su talante de mujer emprendedora, estuvo al frente de la panadería. Él había nacido en 1821 y ella en 1848, por lo que formaban una pareja que llamaba la atención. Cuando contrajeron matrimonio, don José Pradal era un hombre maduro de cuarenta y dos años y su mujer, una niña que acaba de cumplir los quince. A pesar de la diferencia de edad, no perdieron el tiempo y tuvieron cinco hijos, aunque sólo llegaron a adultos tres: Gabriel, Dolores y Trina.



Le llamaron ‘El Cañón’ por una anécdota que ocurrió el 29 de julio de 1873, cuando vinieron los Cantonales a bombardear la ciudad. Ocurrió que esa tarde, cuando la familia se disponía a abandonar su casa para buscar refugio en las afueras, el dueño, don José Pradal López, se cruzó en la puerta con un pintor que llevaba encima su equipo de pintura y los pinceles. Al verlo, le dijo: “Niño, píntame en la fachada de la panadería un cañón mirando al puerto a ver si esos canallas se asustan y se van”. Desde entonces, la silueta de un cañón presidió la fachada. El cañón fue primero un dibujo y con los años se convirtió en una escultura que durante décadas fue una referencia en la ciudad.



La panadería tenía los escaparates y la entrada por la calle de la Muralla, que después fue calle del Teatro y desde 1901, calle del Conde Ofalia. El obrador estaba situado en la parte trasera con ventanas a la calle Sócrates. Antes del amanecer, el olor del pan y de las tortas de chicharrones recién hechas se fugaba por los ventanales y las puertas, perfumando el barrio. 



Se decía que el campanero de La Catedral se despertaba todas las mañanas gracias al olor a pan caliente que llegaba hasta la misma torre en aquella Almería de casas de planta baja.



El obrador de la panadería de ‘El Cañón’ no descansaba durante todo el día. Abastecía de pan a media ciudad y era el proveedor de los barcos mercantes que llegaban al Puerto. Como eran tiempos de escasez, hasta el pan duro se aprovechaba: el que sobraba se ponía a la venta al día siguiente a la mitad de precio.



En 1876, el Obispo de Almería, don José María Orberá y Carrión mandó comprar cien raciones de pan de ‘El Cañón’ para repartirlo entre los pobres de la ciudad con motivo del acto de toma de posesión de su cargo. Desde enero de 1879 trabajó en la panadería de ‘El Cañón’ el maestro Rufo, un prestigioso panadero catalán que trajo a Almería la receta del pan de Obispo, hecho con huevo, almendras, pasas y chocolate, y otro dulce conocido como pan dormido, que llevaba  en su preparación un toque sutil de aguardiente. 



Antes de incorporarse a la panadería de don José Pradal, el maestro catalán estuvo al frente de la Tahona ‘La Concepción’, situada en la Plaza de la Administración Vieja, donde hoy está ubicado el bar ‘Bahía de Palma’. Fue una prestigiosa fábrica de chocolates y junto a la de ‘El Cañón’, la panadería más célebre de la ciudad hasta el 13 de enero de 1879, cuando sufrió un voraz incendió que la destruyó en menos de dos horas. 


En los últimos años del siglo diecinueve, la panadería de ‘El Cañón’ tuvo que competir con otras tahonas importantes. En la calle Marín estaba ‘La Universal’, que por las tardes hacía pan caliente y el pan de azúcar y naranjas, que durante aquellos años estuvo presente en las mesas de casi todas las familias de la burguesía almeriense. 


En la Plaza Flores fue muy nombrada la panadería de doña Piedad Cadenas, abierta desde 1885. Su hijo, Juan García Cadenas, fue el que a comienzos del siglo veinte montaba los escaparates más vistosos con los mejores merengues que se recuerdan. Tenía un equipo de muchachos que por la mañana temprano salían a la calle con cestas cargadas de pasteles para venderlos por el centro de la ciudad.


La panadería de ‘El Cañón’ cambió de propietario cuando los herederos de José Pradal y Maria Ruiz no quisieron continuar con el negocio. En 1910 ya figuraba como dueño don José Martínez Zea, que lo mantuvo abierto hasta su muerte, a mediados de los años cincuenta. Durante su mandato, el señor Zea mantuvo el prestigio del establecimiento y puso de moda la propaganda popular: cuando el 16 de mayo de 1922 los soldados del Regimiento de la Corona regresaron a Almería tras su heroica participación en la guerra de Melilla, el dueño de la panadería ‘El Cañón’ repartió por toda la ciudad cientos de tarjetas de bienvenida a los soldados con la publicidad de la casa, sumándose así a la fiesta que Almería organizó para sus combatientes.


El sugerente nombre de ‘El Cañón’ no desapareció cuando quitaron la panadería de su lugar original, la calle del Conde Ofalia. Hasta los años setenta estuvo funcionando en la calle Real del Barrio Alto una prestigiosa confitería con el mismo nombre.


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