Los mirones de la Terraza Patín

La terraza se abrió en marzo de 1952 en el solar que había junto al Banco de España

La Terraza Patín estaba situada junto al edificio del Banco de España, ocupando el solar del actual Palacio de Justicia.
La Terraza Patín estaba situada junto al edificio del Banco de España, ocupando el solar del actual Palacio de Justicia. Eduardo de Vicente
Eduardo de Vicente
19:08 • 11 sept. 2024

En los años treinta, los pocos y pocas que podían costearse unos patines en Almería utilizaban la pista de la Terraza del Tiro Nacional para poder demostrar sus habilidades sobre las ruedas. Desde 1933, la nueva junta directiva de la representación en nuestra capital del Tiro Nacional de España, en su afán de darle nuevos rumbos a la sociedad, había incorporado al recinto una pista deportiva para la práctica del tenis, el baloncesto y el patinaje, que potenciaba aquel escenario donde en las noches de verano se proyectaban películas de cine y se organizaban grandes verbenas.



En los años de la posguerra, el patinaje se convirtió en un entretenimiento de las muchachas de la alta sociedad que salían los domingos por el Parque a hacer cabriolas sobre sus patines. Fue en 1952 cuando el empresario don José Aznar tuvo la iniciativa de montar en Almería un local para fomentar la afición al patinaje que empezaba a extenderse entre la juventud. El lunes 19 de mayo el párroco de San José, don Lorenzo Infante de la Torre, bendijo el nuevo recinto que fue bautizado con el nombre de Terraza Patín. 



El lugar escogido era uno de los espacios más atractivos de la ciudad, un solar que existía al final de la calle de la Regina Regente, en la esquina con el Parque, y al lado del edificio del Banco de España. En ese mismo recinto ya venía funcionando, desde el verano de 1944, la Terraza Apolo de Educación y Descanso, dedicada a cine, y donde también se organizaban importantes veladas de boxeo en aquellos tiempos. 



La idea de montar allí un recinto para la diversión de los aficionados a patinar se pudo hacer realidad gracias a que el solar se encontraba en barbecho, a la espera de que se construyera sobre una parte de él, el edificio del Palacio de Justicia cuyo proyecto se demoraba un año tras otro desde que en 1949 el municipio adquirió la parcela mediante un expediente de expropiación forzosa. Mientras que el Estado se decidía a iniciar las obras del Palacio de Justicia, aquel solar estratégicamente situado fue el refugio de los aficionados al noble deporte del patín.



La Terraza Patín fue una novedad en Almería y fueron muchos los jóvenes que empujados por la fiebre patinadora que invadió la ciudad se engancharon a esta practica deportiva. La mayoría eran mujeres, adolescentes de la burguesía local que encontraron en aquel escenario el lugar perfecto para aprender a patinar o para mejorar su técnica. El recinto disponía de un servicio de bar, un atractivo para los hombres que no patinaban pero que pagaban su entrada para participar del buen servicio del ambigú y de paso recrearse la vista con las muchachas que se deslizaban sobre la pista dibujando con sus cuerpos atractivas figuras. 



Una joven subida en los patines parecía más esbelta, mucho más cuando danzaba sobre ellos de forma delicada. Tanto era así que había tardes en las que en la Terraza Patín había más espectadores que gente patinando. El ambigú se llenaba de hombres para celebrar la gran ceremonia de la mirada: una falda  que por el viento o por la gracia de un viraje se levantaba un palmo por encima de las rodillas; unas caderas que durante el ejercicio se marcaban hasta el límite sobre la ropa, todo un espectáculo para atraer a los mirones de la ciudad. 



Cuando corrió la voz de lo que allí sucedía, fueron muchas las madres que le prohibieron a sus hijas acudir a la Terraza Patín, por lo que el propietario del negocio tuvo que recurrir a la imaginación para evitar el éxodo de patinadoras, programando todas las tardes, de cinco y media a siete, una sesión especial sólo para señoritas, accediendo a las numerosas peticiones que había recibido.



El patinaje fue cayendo y la terraza, para poder sobrevivir, tuvo que reconvertirse en escenario polideportivo donde se jugaba a la pelota, al baloncesto y se organizaban combates de boxeo.


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