La moto que no pudo con la Vespa

La marca Iso nos trajo motos con aspecto festivo y los famosos Iso-carros de los comercios

La señora Rosina, vecina de Ciudad Jardín, con su moto Iso con la que salía a pasear los domingos.
La señora Rosina, vecina de Ciudad Jardín, con su moto Iso con la que salía a pasear los domingos. Eduardo de Vicente
Eduardo de Vicente
19:26 • 26 sept. 2024

La Iso era una moto moderna, con cierto aire cinematográfico. Parecía sacada de una de aquellas comedias de los años cincuenta que se rodaban en Roma. Era un moto con aspecto festivo, una moto con un diseño dominguero, propicia para salir a pasear por las calles de Almería, donde la presencia de un coche o una moto eran todavía un acontecimiento extraordinario.



Detrás de la marca Iso estaba la empresa Iso Motor Italia, que en los años cincuenta autorizó a que sus vehículos se fabricaran también en España en una factoría instalada en Carabanchel. Al incorporar sus productos al Mercado Común empezaron a venderse más baratos, lo que propició un importante tirón inicial en España. Los vehículos más populares que salieron al mercado fueron la moto ‘Iso-scooter’, el ‘Iso-carro’ y la ‘Isetta-carro’, que se diferenciaba el ‘Iso-carro’ en que tenía cabina para el conductor.



En Almería, el concesionario se instaló en la calle de Ricardos, desde que en 1953, José Rodríguez fue nombrado representante en Almería y provincia de Iso. No hubo un pueblo por donde no pasara llevando el muestrario de vehículos y es difícil encontrar una tienda o un vendedor ambulante de la época que no cayera encandilado en los brazos de aquel famoso artefacto bautizado con el nombre de ‘Iso-carro’, que fue el medio de transporte oficial de tenderos, lecheros y hosteleros de los años cincuenta



Los primeros ‘Iso-carros’ eran motos con una caja detrás para la carga, tan útiles, tan manejables que no tardaron en ponerse de moda. Hubo quien los definió como “un ruido con ruedas”, pero la verdad es que cuando salieron al mercado armaron una auténtica revolución.  



Los primeros modelos fueron ‘el 200’ y ‘el Titán’ que eran descapotables y se manejaban con manillar, hasta que unos años después la marca se modernizó sacando a la calle ‘el Furia’, que venía con cabina, volante y pedales.



LLegó a ser tan popular que en el Malecón de la Salle instalaron una parada de ‘Iso-carros’ destinados al transporte. Hasta los comerciantes más modestos, los humildes tenderos de barrio, cambiaron el carrillo de ruedas y la vieja bicicleta con portaequipajes para subirse a la modernidad que entonces representaba el ‘Iso-carro’. Una imagen que se repitió hasta la saciedad durante más de una década fue la del ‘Iso-carro’ descapotable de la tienda de Frasquito, recorriendo el barrio de la Almedina con sus cargamento de cajas. Los niños del barrio echaban a correr detrás del vehículo, por si en un bache de los que había en el Parque dejaba caer una parte de la mercancía.



En 1959, un ‘Iso-carro’ costaba 38.000 pesetas, mientras que la moto ‘Iso’ se podía adquirir por menos de quince mil si se pagaba al contado. Si el ‘Iso-carro’ llegó a ponerse de moda y tuvo sus años de gloria por nuestras calles, no se puede decir lo mismo de la ‘Iso-scooter’, que no pasó de ser una extravagancia, el capricho de algunas familias de la clase media alta que la utilizaron más para sus paseos que para el trabajo. 



Es verdad que destacaba, que su diseño la hacía diferencia, con un glamour especial, pero nunca pudo competir  con la Lambretta y sobre todo con la diosa Vespa, que eran las grandes protagonistas de nuestras calles. 


La querida y popular Vespa fue hija de los primeros ahorros, de aquellas cartillas del Montepío y de aquellas huchas caseras de la clase media donde anidaban los sueños de tantas familias. La Vespa no llegó como un lujo a las casas, sino como una necesidad. La mayoría de los que se compraban la moto lo hacían por motivos de trabajo. Mi padre le colocaba unas tablas atrás y ahí cargaba las cajas de la alhóndiga. 


A finales de los años cincuenta su uso se había generalizado y la gente hacía la vida en Vespa. La imagen del hombre conduciendo y la mujer subida de lado en el asiento trasero con un pañuelo sobre la cabeza es un clásico de nuestras carreteras. 


Desde que en 1954 la Vespa se instaló en Almería, su popularidad fue creciendo año a año hasta  convertirse en el vehículo de moda durante más de una década. El éxito de la Vespa fue rotundo y en parte se debió a las excelentes campañas publicitarias que la marca llevó a cabo y también a la ayuda que tuvo en el cine. Muchas películas de la época se encargaron de extender la popularidad de esta nueva moto que aparecía como un símbolo de la modernidad y que acabó imponiendo su ley durante varias décadas.


Temas relacionados

para ti

en destaque