Un nuevo negocio acaba de abrirse paso en el casco histórico, en un escenario que se había convertido en los últimos tiempos en el reino de los bares, y en el que ya solo sobrevivían fuera de contexto las cortinas de Lupión. Abrir una tienda en la milla de oro de la tapa es un riesgo que ha tenido que asumir el incansable empresario almeriense Pepe Ortega, especialista en recuperar edificios antiguos y ponerlos en valor. Cuando hace unos años compró el local de la esquina de la calle Real con la calle del Arco, que llevaba décadas abandonado, su idea era coger el camino más fácil, el del negocio más seguro, y alquilarlo para la hostelería, pero se encontró con dos problemas: que estaba pisando una zona saturada y que los vecinos no parecían dispuestos a soportar otro bar, que ya tenían bastante en ese tramo con tres establecimientos que llenan de gente y de ruidos las noches de los fines de semana.
La rehabilitación del local ha supuesto todo un reto para su propietario, ya que fiel a su vocación de respetar la historia, mantuvo todas las señas de identidad del edificio, conservando y recuperando tanto la piedra como la madera que constituyen el alma del lugar. El resultado final roza la perfección: un local antiguo puesto al día, recuperado para la ciudad, que ahora se presenta como un gran bazar de antigüedades, toda una aventura en una calle donde solo los bares parecían tener garantizado el éxito.
La tienda se ha llenado de objetos. No hay un solo hueco libre. Dentro, la mirada no tiene tregua, ni un instante para el reposo. De pronto te llama la atención una lámpara de araña que se descuelga por el techo, un arcón de madera labrada de los que ya no se ven en el mercado o una muñeca de porcelana de las que adoraban las niñas de principios del siglo veinte.
El bazar de antigüedades es el último proyecto de un empresario que lleva años trabajando en el casco histórico. Es un especialista en la recuperación de edificios abandonados. Hace un tiempo recuperó para la ciudad la casa frente a la iglesia de Santiago donde en otra época estuvieron ubicados negocios tan importantes como Fotos Rojas y Rosaflor, hoy reemplazados por una heladería italiana y por Chambao, un comercio especializado en artículos de regalo. Su obra más reciente está en proceso en estos momentos y consiste en darle vida al solar que ocupó la histórica tienda de Almacenes Segura, entre la calles de las Tiendas y la calle de Perea. Está construyendo catorce apartamentos y un local en la esquina para instalar un negocio.
La tienda de antigüedades que acaba de nacer en la esquina de la calle del Arco es un reto para Pepe Ortega, que sabe que le toca sobrevivir y hacerse fuerte en ese territorio que se ha ido convirtiendo en los últimos años en el paraíso de los bares. Desde la esquina del bazar hasta la zona alta de la calle Jovellanos y calle Marín aparecen quince establecimientos hosteleros, cuando hace apenas una década allí no había más bares que Casa Puga, la cafetería El Paso y la bodega La Urcitana. Atrás quedaron negocios importantes con mucho arraigo en la ciudad como fueron en su día el almacén de El Blanco y Negro, hoy convertido el bar-restaurante ‘Real 31’; la droguería de la familia Toro, la sastrería del maestro Serrano, el comercio de cortinas de Olga, el local de regalos de Casa Martín que hoy es la cafetería La Chumbera y el taller de reparaciones que Bazar Almería tenía en la calle de Jovellanos, donde ahora aparece otro bar. Todos fueron cayendo con el paso del tiempo, hasta la sucursal de Cajamar que abrieron en la esquina con la calle de Mariana, que hoy se ha transformado en el bar ‘el Quincho’.
En medio de este océano de la tapa, el vino y la cerveza nace ahora el bazar de antigüedades ‘Los Millares’ para devolverle a la calle ese aire comercial que fue perdiendo.
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