Se le veía feliz en el Auditorio de la Universidad de Almería -como un pórtico de la gloria- al venerable Garrigues; se le veía como en su casa -porque Almería, siempre lo ha dicho, es su segunda casa, al menos en su juventud-con el birrete en la cabeza, el anillo en el anular, el libro frente a su ojos y más de un centenar de doctores y personal universitario entregados a la causa. A su causa: Antonio Garrigues Walker, el hijo de un letrado de prestigio y una burguesa americana, fue ayer investido doctor Honoris Causa por la Universidad de Almería, justo ahora que acaba de cumplir 90 otoños; la primera universidad pública española en dotarlo con este fuero, él, que tanta celebridad y privilegios ha cosechado a lo largo de su frondosa vida.
Todo efecto tiene una causa. Y el hecho de que ayer Garrigues cogiera un avión en la Terminal 4 de Barajas rumbo a LEI fue por obra y gracia de su amigo Raúl Pérez Guerra, doctor en Derecho administrativo de la UAL que fue quien lo propuso, lo llevó en volandas y quien se sumó a la laudatio que recibió por partida doble -tras la reglamentaria del decano Luis Gómez amigo- el fundador del mayor despacho de abogados de Europa.
Iba Garrigues con la muceta de rojo intenso como el de la muleta de un matador de toros, con sus mismos ojos de águila de siempre, ahora más gastados tras las lentes, con su pelo de armiño, con sus maneras educadas de colegio de pago, con ese encanto santo y seña de una fecunda familia de juristas y diplomáticos.
Lo presentó el rector, José Céspedes, como un referente en el mundo de la abogacía, lo mismo que dijo en su momento Francisco Martínez-Cosentino, quien se encontraba también en el auditorio, apadrinado por el protagonista de ayer, quien en su intervención frente al atril explicó que “hoy es un día muy feliz para mí, un día de gozo. Ser Honoris de una universidad no es un tema menor. Las universidades en España están haciendo cambios realmente espectaculares, porque tienen que hacerlos. Estamos en un país que vive todo tipo de revoluciones: la científica, la cultural, la tecnológica y la ética”.
Instó a la UAL a que ponga cada vez más sus ojos en el exterior, a que mire lo que se está haciendo en China, en India o en Japón. Y recordó que nada hay más adecuado para combatir bulos y falacias que la Universidad como motor de la sociedad, poniendo también como ejemplo de buen hacer a las universidades británicas. Garrigues encarna la figura de un intelectual de amplio espectro, vinculado al ámbito de la empresa y el desarrollo económico y, al mismo tiempo, con un alto nivel de compromiso con la sociedad.
Su padrino de ceremonia expuso los méritos de Garrigues para sumarse al claustro de la UAL. Al frente del Despacho Garrigues, impulsó la institucionalización de la gestión del despacho de abogados, siguiendo el modelo anglosajón, con una estructura de asociación, en el que la firma es propiedad colectiva de los profesionales en función de sus méritos y antigüedad. En su ejercicio profesional, destaca su labor como experto legal en inversiones extranjeras en España. Durante los años 70 del siglo pasado, se consolidó su labor como asesor de grandes multinacionales en España (Ford, IBM, Philip Morris, Hewlett-Packard, Avon). Garrigues también ha asesorado al gobierno español en materia de legislación económica, especialmente en el mencionado campo de las inversiones extranjeras.
Sus inquietudes políticas le llevaron a crear el Partido Demócrata Liberal en 1982, del que fue elegido presidente, formación política que en 1984 se integraría en el Partido Reformista Democrático, una operación impulsada junto a Miguel Roca para tratar de ocupar el espacio político del centro.
El nuevo Doctor Honoris Causa, una de las figuras más relevante del mundo jurídico, mantiene una vinculación personal con la provincia derivada de sus estancias estivales en la finca Marina de la Torre que su familia tenía entre Mojácar y Garrucha, donde él mismo afirma que pasó los años más felices de su infancia, junto a su familia y uno de sus mejores amigos, un pescador al que apodaban el Gibao con el que capturaba galanes en la barca.
A Garrucha llegó con sus hermanos y su abuelo, el auditor de Totana Joaquín Garrigues Martínez en los años 40 y llegó a jugar al fútbol en el equipo local. Tras el acto, el doctor Rafael Quirosa le hizo saber que ya en 1931, su padre Antonio Garrigues Díaz-Cañabate se presentó como candidato por Almería al Congreso de los Diputados.
Y como vino se fue, el honorable Garrigues, rumbo al aeropuerto junto a su hija Elena, con su flamante birrete urcitano entre las manos y sus queridos recuerdos garrucheros en el alma.
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