Fue en los años cincuenta cuando el Ayuntamiento se sacó de la chistera unas modestas fiestas de invierno para alegrar la vida de las calles. Pero hasta 1964 esta pequeña feria de diciembre no contó con grandes actos ni sirvió para cambiar de verdad el pulso de la ciudad durante los días de Navidad. Ese año, el entonces presidente de la Comisión de Festejos, Ginés Nicolás Pagán recuperó la Cabalgata de Reyes de la tarde del cinco de enero, que llevaba varios años sin organizarse y llevó la luz, los villancicos y los belenes por el centro y por los barrios. Corrían los tiempos del turismo y la posibilidad de convertir la costa de Almería en un destino de invierno para los extranjeros, animó a las autoridades a invertir en unas fiestas semejantes a las que organizaban en lugares como Tenerife o Alicante. “Queremos proyectar a Almería fuera de nuestras fronteras, mostrando a España y al extranjero que en estas fechas aquí tenemos un clima envidiable”, subrayó el concejal de Festejos.
Cada año, el Ayuntamiento trataba de mejorar las fiestas de invierno, con nuevos festejos, con más participación de los ciudadanos. En diciembre de 1967 sorprendió con la instalación de un gigantesco árbol de Navidad en el centro de la Puerta de Purchena, adornado con luces de todos los colores y cargado de regalos. Era una Puerta de Purchena muy distinta a la actual, aunque ya presentaba algunas señales de transformación.
Todavía no había sido derribada la casa que hacía esquina con la Rambla de Alfareros donde estaba la popular ferretería de Vulcano. En el terrao del edificio se colocó por aquellos años un espectacular anuncio luminoso de la casa Philips. Detrás asomaban los últimos pisos del edificio Tauro, que representaba las nuevas formas arquitectónicas y el nuevo urbanismo que empezaba a imponerse para dinamitar la ciudad mediterránea de casas bajas y azoteas.
En la fotografía adjunta se puede apreciar, junto al letrero de la ferretería Vulcano, una señal de flecha indicando la ubicación del cuartel de la Guardia Civil que existió en la misma Puerta de Purchena.
En 1967, el año que montaron el gran árbol de Navidad, no existía un solo local libre en la zona y la Puerta de Purchena conservaba su condición de punto de encuentro y referencia obligada para todo el que visitara la ciudad.
Por eso, el alcalde, Guillermo Verdejo Vivas, y el responsable del área de Festejos, Ángel Gómez Fuentes, centraron sus esfuerzos de potenciar las fiestas de invierno utilizando a la
Puerta de Purchena como botón de muestra del esplendor de la ciudad; la engalanaron con el árbol cargado de luces y de regalos, y además invitaron a todos los comercios del centro a participar en un concurso de escaparates, en un intento de motivar a los propietarios para que adornaran sus tiendas. En el Paseo, en el kiosco de la música que había frente al edificio de Correos, construyeron un Belén monumental donde iban los niños a echarse fotografías y a lo largo de toda la avenida se instalaron puestos ambulantes.
Todas los días, tarde y noche, había bailes en la Caseta Popular que pusieron en la Avenida de Vívar Téllez, actual Avenida de Cabo de Gata, y las instituciones de mayor solera como el Casino Cultural y el Círculo Mercantil, organizaban verbenas para sus asociados.
Para que la fiesta fuera completa, ese año se elaboró un cartel de fiestas de invierno con la imagen de La Alcazaba y las casas de La Chanca, y se organizó una concentración multitudinaria en la noche del 31 de diciembre para despedir el año y recibir el de 1968. Como era de esperar, para este cotillón popular al aire libre se eligió la Puerta de Purchena, que con su abeto gigante se convirtió en el paradigma de la Navidad.
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