El Zapillo está de luto. Ha fallecido toda una institución en el barrio: Catalina Martínez Cózar. Con 91 años de edad, cumplidos el pasado mes de diciembre, ha dado su último aliento este domingo una de las personas más entrañables del vecindario de Villagarcía tras una vida de entrega a su familia y a su entorno. Ejemplo de amabilidad y simpatía, Lina deja una huella imborrable en la memoria y en los corazones de la gente que tuvo el placer de compartir anécdotas y largas charlas durante el café cada tarde a su lado en la Habana Playa, cafetería que solía frecuentar y en la que forjó grandes amistades.
Nació el 2 de diciembre de 1933 en Álora, municipio de Málaga que dejó cuando era una veinteañera para poner rumbo a Almería. En tierras almerienses comenzó a trabajar para una familia de la capital con la que tenía parentesco, haciendo múltiples tareas del hogar en una casa por la que cada día pasaba con su carro, para recoger la basura, Manuel Luque, de los populares 'Curicas'.
Una nueva vida en el corralón de 'los Curicas'
El amor surgió entre ambos y a mediados de los años 50 se casaron en la localidad natal de la novia, aunque instalaron su residencia en la Vega de Acá, en el mítico corralón primigenio que su esposo compartía con sus hermanos hasta que tuvieron que desplazarse todos a Villagarcía, entre las actuales calles Gibraltar Español, Quesada, García Cañas y Poeta Durbán.
Una vez asentada en su nueva vida, Lina trajo a Almería a sus hermanos Ricardo, Diego, Pepe y Tere, a los que ofreció techo y comida mientras ayudaban a los hermanos Luque, en las labores de recogida y acopio de residuos orgánicos que posteriormente convertían en comida para animales, estiércol y abonos naturales. La mayoría de estos parientes que vinieron de Málaga decidieron irse a Alemania a buscarse la vida.
Atrevida, solidaria y muy respetada
Lina regalaba una hermosa sonrisa a todo el mundo y muchas personas la conocían porque pasó por decenas de casas poniendo inyecciones a las personas que no sabían cómo usar una jeringa. También hacía curas, ayudó en algún que otro parto y no dudaba en hacer préstamos a los vecinos y vecinas que necesitaban dinero. La puerta de su casa estaba abierta para todo el mundo. Siempre fue una mujer atrevida y valiente, con una templanza asombrosa incluso en momentos de dificultad y dolor, como cuando la vida le asestó el duro golpe de perder a uno de sus cuatro hijos (Manolo, Ana María, Juan y Ricardo).
Suele decirse que una madre rara vez supera por completo la muerte de un hijo. Y quizás Lina no llegó a hacerlo nunca tampoco, pero apoyada en la alegría que siempre le generaba ver a sus nietos Salvador, Marina y Marta empezó a recuperar su sonrisa tan característica, a volver a llenar de luz a su entorno más cercano, a un vecindario que siempre la ha querido y respetado. Era conocida por todos, tanto por la gente de su generación como por los más jóvenes de zonas como Villagarcía, San Miguel o Ciudad Jardín. Todo el mundo sabía quien era esta almeriense de adopción que, a pesar de vivir en dicha histórica barriada de El Zapillo durante cerca de 70 años, jamás perdió su acento malagueño.
Descansa en paz, tía Lina.
La misa para despedir a Catalina Martínez tendrá lugar este lunes, a partir de las 18:30 horas, en el Tanatorio Portocarrero.
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