Francisco Morales Sánchez, tiene 45 años y tiene todo un museo relacionado con la historia de la hostelería en Almería en el sótano de su casa, donde atesora una estupenda colección de objetos de aquellos que para quienes cuentan ya con una avanzada edad encontrarían familiares, pero que a ojos del resto son reliquias y parte de la historia de una Almería que no quiere perderse en el olvido.
Morales se detiene de manera especial y con mucho cariño en los objetos que guarda del desaparecido restaurante Imperial, que estuvo en la Puerta de Purchena hasta el año 1995 desde no se sabe bien cuándo. “Nosotros vinimos de Albondón en Granada y mi padre entró a trabajar en él. Fue una institución en Almería, la escuela de hostelería para todos los profesionales que había en la época, en los años 50. Era un referente”, explica.
El está vinculado a la hostelería, es el propietario del Entrefinos, detrás del viejo edificio de Correos. En el sótano de su casa tiene un museo lleno de motivos de sitios relacionado con la hostelería: La Granja Imperial, Hotel Simón, el café Español, el café León de Oro... “Sitios legendarios que han dado paso a otro tipo de negocios”, dice, y añade que “la solera de todos ellos” la conserva a través de sus enseres.
No contento con atesorar todo lo que tiene que ver con los restaurantes, también guarda objetos de pastelerías como el Once de Septiembre o La Sevillana, que estuvo en la Puerta de Purchena.
“Cuando yo era muy niño, Nicolás Castillo, propietario del Imperial, que era un luchador y un hombre trabajador además de muy sensible, me transmitió la necesidad de coleccionar todas estas cosas, de conservar la esencia de tu tierra, a la que quieres”, relata.
Dos tazas de café
Entre sus joyas guarda dos tazas muy singulares. Un compañero que sabía de su afición y cuyo padre había trabajado en el patio andaluz del hotel Simón le hizo llegar las tazas en las que tomaron café juntos, en la misma mesa, Juanito Valderrama y Manolete, en la feria del 44. “Las tazas en las que tomaron café, las guardó el padre de mi compañero como algo muy importante y con el paso del tiempo se las dio a su hijo y su hijo me las dio a mi”, explica.
Pero en ese mágico sótano hay botellas de anises, de cervezas, de brandy, de refrescos; pastillas para la tos, pastillas de jabón que aún huelen a los tiempos de entonces; rimel, navajas, sacacorchos y hasta viejos librillos de papel de fumar. No faltan cajas de galletas antiguas, del siglo XIX; ni las tabletas de chocolate que se exponían en las confiterías en los años 30, 40 y 50 y que no eran auténticas tabletas, sino que las imitaban a tamaño grande.
Ha invertido mucho tiempo y dinero en hacer su colección, y le gustaría que se hiciera un museo cuando el desaparezca o dentro de unos años, para que puedan disfrutarlo todos los almerienses.
De sus fotografías tiene en la pared entre cartel y cartel taurino, una foto de la Puerta Purchena cuando acababan de poner el monumento a los Coloraos, en 1870. “La conseguí en Madrid. La Puerta Purchena era una rambla que venía del cerrillo hacia abajo, sin urbanizar. Había visto litografías, pero la foto no la había visto nunca”, cuenta orgulloso de tenerla consigo.
Sus objetos relacionados todos con Almería los ha conseguido por toda la geografía española, pero también en países de Sudamérica.
Su colección de 6.000 carteles
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