Esperaba paciente la musa regresar allá donde vivió el poeta. Buscaba la inspiración volver donde en otros tiempos llenaba libros y poemas. Y eso, en la medida en que pueden transmitirlo las paredes de una casa, los muebles de una vida o los libros salidos de la pluma de su dueño, es lo que se percibe en la Casa de José Ángel Valente gracias a la musealización que desde hoy pueden disfrutar en sus visitas los almerienses.
Se trata de “una casa de poetas” como explica el alcalde de la capital, Luis Rogelio Rodríguez-Comendador, que revisaba ayer “muy satisfecho por el resultado” los últimos retoques antes de abrir las puertas, junto al concejal de Cultura, Ramón Fernández-Pacheco, y parte de los técnicos que han trabajado en poner en valor todo aquello que Valente legó a esta ciudad.
Cuando uno cruza el umbral de la entrada ya le invade una sensación diferente a la del resto de museos de la ciudad. Le envuelve la música flamenca, que le gustaba mucho al poeta, y a partir de ahí todo es literatura y arte. Primero en la sala de lectura donde varios sillones te invitan a degustar del medio centenar de obras del poeta o sobre su trayectoria que llenan la estantería.
Aprender poesía
Al final de esta sala una gran mesa, un espacio destinado para que los centros escolares que decidan acudir a visitarlo puedan trabajar sus poemas, conocer al Valente literato más allá de sus efectos personales.
De ahí la siguiente estancia muestra fotografías del autor, poemas ilustrados y una magnífica alacena llena de copas de color de la que sale un pequeño pasadizo que parece salido de un cuento, y que desemboca en la planta de abajo. Allí se puede escuchar a José Sacristán y al propio Valente recitar sus poema en un ambiente tenuo, música de fondo, y hasta un video con imágenes de Cabo de Gata. Todo genera un entorno mágico apto para relajarse y dejar que las musas te guíen.
En la segunda planta se encuentra un espacio junto a un ventanal, apenas una mesa y dos sillas desde las que ver una de las representaciones artísticas más llamativas del espacio, la obra colgante en la escalera del poema El Vuelo.
Pero sin duda la gran estancia de la casa es el despacho. Allí pareciera que no pasara el tiempo. La silla, la radio, los libros que recorren desde la vida de Frida Kahlo a otro titulado Personas Dignas.
Cierra la casa otras dos representaciones de poemas de Valente, sea por fotografía o la sorpresa que genera una bañera con piedras blancas que interpreta Las cenizas. Quedan secretos por contar, pero eso, para la visita.
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