Deja a sus perros en el interior de un coche a más de 34 grados durante 2 horas

Gracias a la colaboración ciudadana, concretamente de seis vecinos de la capital, dos perros consiguieron salvar la vida después de permanecer al sol durante más de dos horas, con temperaturas superiores a los 35 grados centígrados, en el interior de un vehículo.

El suceso, que concluyó de forma feliz, tuvo lugar ayer sábado en pleno centro de la capital, entre las tres y las cinco de la tarde. Pero pudo haber finalizado de forma bien distinta. La intervención de estos buenos ´samaritanos’, que estuvieron durante dos horas refrescando con botellas de agua el coche para rebajar la temperatura extrema del interior del habitáculo, y que finalmente pudieron abrir la puerta y sacar a los dos perros, logró que todo acabara felizmente. José Cano, uno de estos  buenos vecinos, señala que “sobre las tres y cinco de la tarde un chico me pidió que llamara la policía local porque había dos perros en el interior de un vehículo aparcado al sol en la Rambla. Cuando los agentes llegaron les explicamos que los perros estaban sufriendo, jadeando y que hacía un calor sofocante, como todo el mundo pudo comprobar ayer sábado. Nos respondieron que la situación no era tan grave, que tenía un pequeño recipiente de agua dentro del coche y que las ventanas estaban abiertas unos centímetros. Además, nos señalaron que, en cualquier caso, no podían hacer nada porque durante los fines de semana no hay servicio de perrera municipal”. 

Los agentes abandonaron el lugar, con los perros aún en el interior de vehículo.  Sin embargo, el pequeño grupo que se había congregado no cejó en su empeño por “salvar” a los perros. Para rebajar la temperatura en el interior del coche “echamos varias botellas de agua al vehículo y viendo que el dueño no aparecía abrimos la puerta y sacamos a los perros”, señala. “Pero cual fue nuestra sorpresa cuando de nuevo apareció la policía y nos requirió nuestros datos personales por si el dueño del coche nos denunciaba. Fue una auténtica vergüenza”, indica José. 

“Finalmente, sobre las cinco y cuarto, la dueña, una mujer extranjera apareció”.