Ni el viento de poniente quiso perderse tanta belleza y poder acariciar el rostro doloroso de Nuestra Señora de Los Ángeles en la tarde del Domingo de Ramos, aunque tampoco deslució ni un ápice el desfile procesional.
Otra cofradía de barrio que va creciendo, y con una fuerza inusitada que procesionó con 200 nazarenos, 22 de ellos de nueva incorporación con equipos nuevos y 60 mantillas, eso es debido a su implantación en el barrio y apoyo de los vecinos.
El párroco ‘el cura espartano’, como le llaman cariñosamente los costaleros a Francisco Sáez, comentaba con satisfacción que todos los vecinos se habían echado a la calle para arropar a la hermandad “es el acontecimiento que aglutina a todo el barrio sin distinción alguna en mayor número de personas durante todo el año”.
Otra muestra de ello es que la talla del canasto del paso de Misterio se presentó ya casi finalizado, realizado por los propios hermanos durante muchas horas de esfuerzo y trabajo en la casa de hermandad durante todo el año, como el resto del paso.
Otra de las novedades que presentaron fueron los incensarios de ambos pasos. Con todos estos mimbres, en los últimos años se está fortaleciendo la hermandad a pasos agigantados, así como la parroquia.
Antes de la salida, Francisco Sáez se dirigió a los cofrades en la Iglesia dirigiéndoles unas breves pero sentidas palabras “el cariño que le profesamos a nuestros titulares lo llevamos esta tarde hasta el centro de la ciudad y de la manera que lo hagamos reflejaremos lo que los queremos”.
Instantes después nazarenos y mantillas se trasladaban por la plaza de La Plata, Quinta Avenida, Maestría, España y Diamante, para llegar hasta la casa de hermandad para recoger a sus titulares, el Cristo de la Misericordia y la Virgen de Los Ángeles y acompañarlos en estación de penitencia.
Al llegar la cruz guía a la casa de hermandad se abrieron las puertas de esta y apareció en primer lugar el paso de Misterio ante la expectación de cuantas personas estaban espectantes para admirar al Cristo de la Misericordia.
Los capataces del paso daban los últimos consejos a su cuadrilla, mientras el cortejo pasaba con un gran número de componentes y la presencia del hermano mayor, Francisco Salas, y del consiliario, que se situaron junto al paso.
Todos los nazarenos fueron girando sus rostros para ver de cerca a su Cristo y se podían ver a través de los orificios de los capirotes como resbalaban por las mejillas algunas lágrimas.
Llegó el momento de la verdad, el capataz y toda la cuadrilla del Cristo estaban preparados para salir, en cuando sonó el llamador el murmullo se convirtió en un profundo silencio que continuó durante toda la maniobra ya que no era sencilla, sólo le sobraban unos centímetros a cada lado y la calle tampoco es demasido ancha, pero con mucha valentía y un sólo corazón los costaleros hacen lo complicado sencillo, y ahí estaba el Señor en la calle entre los aplaúsos de sus vecinos y la música de la Bande de Ntra. Señora de Crevillente de Alicante, que sonaba espectacular.
El paso avanzaba y el ambiente se fue relajando en la calle, pero no en el interior del templo, ya que los costaleros de la Virgen se habían emocionado mucho minutos antes y se disponían a introducirse en el paso de la Señora de Los Ángeles, entre abrazos, suspiros y muchas emociones.
Una vez que todos estuviron preparados se les acercó el ‘cura espartano’ y les dijo que “lleváis sobre vuestros hombros a la Virgen y el cariño y devoción de todo este barrio debéis de transmitirlo a cuantos nos contemplan esta tarde con corazón y cariño”.
A continuación, se escuchaba en calle Turquesa la voz de María Canet, cantándole una saeta al Cristo que recibió la primera petalá de la tarde.
Casi en silencio y de puntillas, sin prisas ni mecidas, comenzaba a salir a la calle la Virgen de Los Ángeles, con una levantá a pulso muy suave, haciéndose con la calle entre el clamor popular, vítores y aplausos, introduciéndose en su barrio lentamente.
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