Tras un día de bochorno, el fresquito se adueñó de Almería al comenzar a caer la noche. Así, cuando el templo parroquial de Santa Teresa abrió sus puertas a las 21 horas, una noche ideal para procesionar recibió a la Cofradía que nació en el barrio del Quemadero, maduró en el templo de San Agustín y pasea su mayoría de edad en la iglesia del barrio de Oliveros: la Hermandad de San Francisco de Asís y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Caridad en su Traslado al Sepulcro, María Santísima de las Penas y Santa Marta, conocida popularmente como Caridad.
Como ha sucedido toda la Semana Santa, ante la puerta del templo había congregados centenares de almerienses, al igual que a lo largo del recorrido. Quizá hayamos vivido la Semana de Pasión más multitudinaria de este siglo. Sin duda, el buen tiempo ha ayudado a que Almería entera se lanzase a las calles a ver las 23 procesiones de este año.
El carácter de riguroso luto de la Cofradía obligaba a que a lo largo de su recorrido sólo se escuchase silencio. Las levantás ordenadas por el capataz, Antonio Cárdenas, no eran aplaudidas por la gente, como suele ser habitual. Sólo se oía la dulce y melancólica música de capilla del cuarteto vocal Anacrusa y la capilla musical de viento BAM.
Entre penitentes y niños con cirio aunque sin capirote, todos ellos de riguroso luto con cinturón de esparto y sandalias franciscanas, unas 120 personas componían el cortejo procesional. Al no llevar paso de Palio, no procesionaban mantillas. Un estreno sobresalía en el único paso que lleva Caridad: la saya de la Virgen de las Penas, donada por los propios hermanos y las camareras. La ornamentación floral era sencilla, a base de iris morados.
La procesión fue avanzando por calle Canónigo Molina Alonso, para cruzar la Rambla y llegar a Carrera Oficial. Eran las 21.30 horas de una noche deliciosamente primaveral.
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