La Cofradía decana de Almería, la Ilustre Hermandad del Santísimo Sacramento y Nuestra Señora de los Dolores, con su solemne e impecable estación de penitencia ha puesto de manifiesto el gran esfuerzo y trabajo realizado en un desfile procesional que ha recorrido las abarrotadas calles y plazas del Centro Histórico de Almería. Unos almerienses, que con su presencia han querido mostrar la especial devoción y cariño que sienten hacia una de las advocaciones más arraigadas en la ciudad, la Virgen de los Dolores, la Soledad.
La Cofradía de la Soledad posee una identidad propia, donde el paso de San Juan, representa el momento en el que la Virgen María era acompañada tras sepultar a Jesús, la Vuelta del Sepulcro. Un gran paso de misterio que sus costaleros supieron portar con gran señorío, estando dirigido por su capataz, Jorge Alonso.
Por su parte, la Virgen de los Dolores volvió a lucir su rico y antiguo manto de terciopelo negro bordado en oro, donado por la Familia Barbarán en el año 1835; así como su espectacular diadema de oro, una joya regalada por los marqueses de Torrealta, en el año 1856, que realzó su dolor con elegante belleza. Un paso dirigido por su capataz, Juan Miguel Fernández Viedma, que mostró con andar solemne su inigualable presencia en las calles de Almería.
La saeta, santo y seña de la Cofradía, fue la nota destacada a lo largo de todo su recorrido, con especial presencia a la entrada a la iglesia de Santiago Apóstol, su sede canónica.
La tristeza de los cofrades se pudo apreciar en sus rostros, ya que con la procesión de la Cofradía de la Soledad finalizan los desfiles procesionales de la Semana de Pasión de Almería, sólo a falta de la procesión del Resucitado.
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