Es posible que casi nunca estuviéramos encantados con la realidad cultural, social y política; sobre todo con este último apartado, después de toda la esperanza que se puso en marcha en la Transición con el espíritu de la rebeldía. Y la hegemonía del pensamiento crítico que permanece.
¿Almería se ha convertido en reaccionaria? Un territorio donde cada vez avanza más el espacio conservador y de ultraderecha, sobre todo en el Poniente. Ante la indiferencia general. Y el 19-J cada vez está más cerca como un agujero negro que se acerca y que nos puede engullir en la más profunda oscuridad.
Una provincia que cuenta en su historia con el importante simbolismo de los Coloraos, y un territorio que se mantuvo fiel a la II República, por lo que pagó un alto precio durante la dictadura franquista. Y al final esta realidad no es la deseada.
Ahora, lo más importante que convulsiona a la ciudadanía en general es el ascenso del Almería a primera división. Es la actualidad que determina casi todo. Resulta que el fútbol es el auténtico opio del pueblo.
Ahora lo último ha sucedido en Sanxenxo (Galicia) y en la Zarzuela, el corrupto rey emérito, Juan Carlos I, es recibido con entusiasmo por grupos de ciudadanos, enarbolando banderas españolas. Incomprensiblemente.
Crónica espiritual
En 1988 escribí una serie de artículos con el título general: “Crónica espiritual del desencanto”. Y ahora, en 2022, resurgen sensaciones similares, en medio de este oscuro silencio, aunque con sus propios matices.
Aquí permanece en el tiempo la misma inquietud de habernos convertidos en rehenes del sistema; en estar maniatados en parte por miserias de la información en muchos casos, con sus propios intereses y la hegemonía que construye rasgos de la esclavitud de las ideas en las redes sociales, un territorio que ha usurpado al periodismo de autor, libre, crítico e independiente.
Resurge de nuevo el sacrificio de los Coloraos (“Mártires de la Libertad”), una memoria histórica que molesta al sistema oficial conservador, y de ahí, la pretensión de desalojar su simbología de la Plaza Vieja. Incluidos los árboles, solidarios con el monumento de los Coloraos, pero que en este caso, afortunadamente, un fallo judicial ha prohibido quitarlos de la Plaza contando por lógica con el aplauso del espíritu ecologista.
Los árboles tienen su propia voz, son rebeldes y reclaman su legítimo espacio en la naturaleza secuestrada por el urbanismo. Una ciudad viva no puede entenderse sin árboles libres dominando el paisaje y sin la presencia de las plazas con sus vecinos ejerciendo el derecho de la palabra. Y en el caso de Almería, con el horizonte despejado para contemplar el Mar.
Proceso de ruptura
Hay juegos prohibidos por todas partes. La vida pública está sometida a intereses sin desvelar completamente, lo que somete a la Plaza Vieja en muchos momentos a una tremenda soledad. Y El Paseo de Almería, en muchas ocasiones, se convierte en una prisión o en un paraíso. Para la observación. Arriba, abajo. Y ha cedido parte de su protagonismo al espacio de la Rambla. Arriba, abajo. Y ciudadanos sentados en los bancos de madera, con la mirada perdida.
Nos alienta la aparición en ocasiones del Arco Iris en medio de unas invisibles alambradas de guerra, que siembran el desconcierto de los ciudadanos, mientras que los mercaderes mantienen sus intereses.
A veces, como antaño, resurgen las ganas de secuestrar a las autoridades que viven al margen de la vida cotidiana, que se resiste a ser doblegada. Sin estar todavía hecha pública la sentencia.
Estamos, pues, a favor de una ruptura, de mantener la resistencia contra el engranaje y convocar al reencuentro con los ideales de la utopía. Y por esta senda de la actualidad se alimenta la búsqueda de una realidad diferente para avanzar colectivamente como pueblo. Y así desmoronar esta sociedad que cada vez está más adormecida y con los gestos de solidaridad maniatados.
Pero aquí seguiremos, dispuestos a resistir hasta el final de los días, en medio de este paisaje herido. Nunca nos rendiremos.
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