Las capturas de pescado y el marisco fresco de los cinco puertos de la provincia (Almería, Garrucha, Carboneras, Roquetas y Adra) están en jaque, que puede ser mate si prospera el nuevo Plan de Gestión Integral del Mediterráneo.
El borrador fue enviado hace unos días al sector desde el Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente y ayer fue debatido en una intensa reunión de trabajo en Madrid presidida por el director general de Pesca, Alberto López.
En el encuentro estuvo presentando alegaciones el gerente de la Asociación de Armadores de Almería (Asopesca), José María Gallart, que es, a su vez, vicepresidente de la Federación Andaluza de Asociaciones Pesqueras. El principal motivo de preocupación de este nuevo plan, que ha sido calificado de “diabólico” por el propio sector, es la reducción del esfuerzo pesquero, es decir, los días que las embarcaciones de arrastre podrán salir a faenar que se reduce de 240 días actuales a 160, es decir, 80 días menos. “Un barco es una empresa y con esos días es imposible que sea rentable mantener un barco, nosotros habíamos propuesto bajar al umbral de 210 días, pero por debajo de eso es perder dinero”.
Este nuevo Plan de Gestión, que puede entrar en vigor en el plazo de varios meses, afectaría a 48 embarcaciones de arrastre de la provincia que generan en torno a 250 empleos directos y 1.200 indirectos, con 4.000 toneladas desembarcadas, más la repercusión sobre sectores vicarios como la hostelería y el propio turismo que encuentra en la gastronomía marinera uno de los principales alicientes para visitar la provincia.
Según los armadores, la justificación de la Administración para introducir esta bajada tan extrema es la disminución detectada en merluza y salmonete. Gallart expresa que “los primeros que quieren que haya pescado en la mar son los pescadores, el informe científico es de 2014, desde entonces la flota se ha reducido un 30% y no son datos actualizados”.
El día27 acaba el plazo de alegaciones de este Plan de pesca que afecta a toda la flota del Mediterráneo español, sobre todo al arrastre, y en menor medida al cerco.
El rape, la bacaladilla, el salmonete, la gamba roja o la brótola, cocinadas en los bares y restaurantes, como tapas o raciones, son uno de los principales reclamos turísticos de Almería. Sin esa oferta gastronómica de pescado y marisco fresco, las playas y el sol de Almería, pierden uno de sus mejores aliados. Este plan de gestión, que según los profesionales se ha hecho a sus espaldas, es un torpedo en la línea de flotación de la pesca: un sector que puede no pesar en el PIB provincial como lo hace la agricultura, pero al que no se le reconoce que además del empleo que proporciona a patrones, maquinistas, marineros o remitentes, también le presta un servicio esencial al sector hostelero del que viven muchos miles de almerienses. Sin la aportación de los productos del mar sería difícil imaginar a la ciudad de Almería como la ‘Capital Gastronómica’ que se pretende conseguir en 2019.
Si a un barco solo le dejan salir tres días a pescar por semana, como empresa que es, no podrá obtener los ingresos necesarios para su supervivencia: pagar nóminas, gasóil, calamentos, arreglo de redes, hielo y cuota a la Asociación de Armadores, entre otros gastos.
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