Francisco Egea ha enfocado su actividad profesional a la búsqueda de esos modelos que hoy se consideran esenciales para la supervivencia del planeta y para avanzar hacia sistemas más sostenibles, esa bioeconomía capaz de dar respuestas a los problemas que han de abordar todas las naciones del mundo.
Está convencido de que para Almería no será un cambio radical porque parte de experiencias y conocimientos que, de alguna manera, ya han sido asumidos por buena parte de la sociedad, en especial por parte de las empresas del sector hortofrutícola. Entiende que, de hecho, la provincia es un ejemplo de los nuevos tiempos.
Para el profesor Egea, hablar de bioeconomía es hacerlo de un muy amplio abanico de cuestiones que abarcan desde la salud de las personas o del medio ambiente a cuestiones biológicas, uso de los recursos, de los subproductos que se obtienen de la producción de los alimentos e incluso, y no menos importante, de avanzar hacia una sociedad más sostenible.
Explica que ese concepto que está llegando a pasos agigantados se concibe como una forma de producir que tiene en cuenta no sólo los recursos, sino la forma de utilizarlos o los residuos o subproductos que genera, “porque de esos residuos nacen también nuevas oportunidades de conseguir beneficios”.
Para el caso de Almería, define una serie de condicionantes que a su vez se convierten en retos para afianzar la economía circular, básicamente la dependencia de unos recursos naturales que son realmente escasos, como el agua o la escasez de suelo fértil.
La tarea no es sencilla porque, además, el sector agrario se enfrenta a una escalada de costes en la energía, las materias primas, los fertilizantes o los plásticos, entre otros, que precisan una gestión eficiente para que no se lleguen a convertir en una losa insalvable para los productores.
La apuesta
Define Egea tres aspectos que pueden ser determinantes: “la necesidad de fortalecer los sistemas bio de producción; el fomento de las economías locales; y el aprovechamiento de los recursos tecnológicos de los que disponemos, fruto de muchos años de trabajo y de búsqueda de soluciones eficaces”.
La aplicación de la tecnología es un factor importante “pero no es en sí misma un recurso, es una herramienta que nos ayuda a avanzar por ese camino”. Advierte, eso sí, que esos objetivos y el necesario avance hacia la sostenibilidad “no son responsabilidad exclusiva de los agricultores; es necesario el concurso de todos, desde las administraciones a las empresas o los propios consumidores”.
La piedra angular de este sector y, por extensión, de la economía almeriense, es y seguirá siendo el agua, un bien que “hay que gestionar adecuadamente para no comprometer la continuidad del modelo. Es importante en cualquier caso establecer los límites ecológicos del sistema productivo”.
Un límite que puede afectar el incremento de las superficies de cultivo “pero eso no significa que tengamos que renunciar a aumentar la producción” aunque para ello apunta más bien por un incremento de la productividad por hectárea de cultivo.
En ese camino “nacerán nuevas oportunidades, como las derivadas de la valorización de residuos, materia prima para producir nuevos materiales, fertilizantes, nutrientes y todo tipo de desarrollos.
Su apuesta es por saber sacar partido de todas esas oportunidades y apela para ello al desarrollo de organizaciones capaces de obtener ese beneficio añadido “pero sin dejar atrás a nadie, porque para hallar la auténtica sostenibilidad no podemos dejar de lado la cuestión social; con ello evitaremos desequilibrios que podrían poner en riesgo la viabilidad de los nuevos escenarios”.
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