Urbas, una de las firmas promotoras más antiguas de España, no sabe cómo salir de su laberinto almeriense. El Grupo financiero, que cotiza en la Bolsa de Madrid, adquirió a través del empresario Ramón Fiter, uno de sus antiguos propietarios, más de tres millones de metros en La Serrata de Níjar relamiéndose por posibles usos residenciales.
Su gozo en un pozo: décadas después, el inmenso predio de salares sigue ahí, esperando usos que no llegan y que se han complicado con la protección como Lugar de Interés Comunitario (LIC). Solo está permitida su puesta en valor para determinados usos agrícolas.
Ramón Fiter
Las casi 300 hectáreas colindan con la Carretera de San José, a la altura de Atochares y muy cerca de la finca El Cautivo, que promovió en su día el industrial José Granda Aspra, dejando en la estacada a centenares de colonos nijareños.
A partir de 2005, Urbas albergó la esperanza de que en el Plan General de Níjar, que se redactaba entonces, se pudiera recalificar parte de ese suelo de rústico a urbanizable. Se hablaba entonces, en esa época de fuegos artificiales, de construir hasta cinco campos de golf en el municipio del Cabo de Gata.
Fue un reclamo para atraer accionistas y rubricar una ampliación de capital que permitió hacer frente a una deuda de 9 millones de euros que la compañía arrastraba con Hacienda. Urbas se fusionó con Guadahermosa y con Costa Rey, propietario de un complejo hotelero en Vera. Llegaron vientos de cambio a la promotora y Fiter, en sus tiempos socio de Javier de la Rosa y procesado también por el caso Gran Tibidabo, fue apartado de la dirección, entrando en su lugar el empresario manchego Javier de Irízar, que se vio en la necesidad de hipotecar las propiedades almerienses y creó Urbaníjar para intentar sacarle rentos a la malograda finca.
Nada ha cambiado desde entonces. Urbas va saliendo adelante, reduciendo su abultada deuda, siendo uno de los valores con más vaivenes en el Mercado Contínuo.
El grupo dispone aún de cuatro promociones en la provincia, diseminadas en Vera, Turre y Garrucha, pero sigue sin saber qué hacer con esos millones de metros perdidos entre lagartijas en los campos de Níjar, sin oficio ni beneficio para su cuenta de resultados.
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