Paraje del Caballón, cuatro y media de la tarde. El invernadero de José María luce unos tomates verdes de sabor muy adelantados. Tempranos en una campaña que ha comenzado con retraso, pero que en esta finca tiene ya ejemplos excelentes a los que les queda muy poco para ir a la subasta. A Agrupalmería. Es una tarde calurosa, pero dentro del invernadero no se nota apenas un grado más de temperatura. José María golpea casi con cariño uno de los postes de madera que sujetan la cubierta y sonríe al explicar que estos viejos maderos que tienen más de cincuenta años ayudan a que se mantenga un cierto equilibrio térmico en la explotación. Proceden de antiguos tendidos eléctricos o de telefonía y le confieren a su invernadero un aspecto peculiar. Como de otra época, si no fuese por la perfecta ordenación de las líneas de cultivo y la rotunda calidad de los tomates, dos características que remiten a la agricultura de ahora.
José María Salvador Segura tiene 30 años. Vive en la Venta del Pobre y es hijo y nieto de agricultores: “En los campos de Níjar la agricultura tiene siempre una base tradicional, pero siempre hay que evolucionar”. Evolucionar, por ejemplo, en el control biológico y en la elección de variedades, pero sin olvidar la experiencia acumulada para manejar cultivos capaces de dar tomates de calidad, regados con ese agua salina de Níjar que es la base del sabor. Raíces y nuevos conceptos, todo bien entramado.
El invernadero está tranquilo esta tarde de septiembre porque es la Fiesta del Cordero. Al día siguiente toca levantarse temprano para estar a las siete y media trabajando con sus padres José y Virginia y sus cuatro trabajadores de plantilla. Uno de ellos, Abdelmajid, lleva ya 14 años trabajando con la familia. La faena que se presenta consiste, entre otras cosas, en quitar las matas que tratan de competir con las tomateras, cargadas ya de frutos y que salpican tímidamente el suelo del invernadero.
¿Campoamargo? Es inevitable que surja el tema de “Mar plástico”, en el camino entre un invernadero y el otro, en el que la familia de José María cultiva tomate pera extratemprano. “¿En qué nos va a perjudicar esto? se pregunta el joven agricultor, sin esperar una respuesta concreta. Está acostumbrado a tirar para adelante sin que se comprenda bien el milagro almeriense, de los Campos de Níjar. Acostumbrado, que no resignado: Lo que pasa es que la ficción de la serie parece echar por tierra tantas ilusiones, tantos esfuerzos. Tanta verdad que es difícil no sentir un cierto malestar.
¿Campoamargo? José María recuerda cómo decidió desde muy joven dedicarse a la agricultura y asegura sin dudarlo que se siente feliz de haber tomado aquella decisión. De vivir en estos Campos de Níjar, pendiente de su invernadero y de los de su familia. Pendiente de los vientos que soplan y que pueden traer plagas si vienen de Poniente, porque de Levante vienen limpios. Vienen de la mar. “Yo vivo muy bien aquí. Cuando estoy en la ciudad casi me falta el aire”. En la tranquilidad de la tarde sin faena, José María explica que esta soledad no es sólo una compañera vital. Es también una salvaguarda. Sus esfuerzos para mantener las plagas a raya a base de Nesidiocoris tenuis tienen mejor resultado gracias a que las fincas están alejadas de las demás. Él tiene su propio método para conseguir los mejores resultados de los auxiliares que instaló en sus invernaderos. Orgulloso, muestra una hoja en la que este aliado incondicional domina la situación complicándole la existencia a los enemigos del cultivo.
Las tomateras a media altura de su crecimiento están ya cargadas de tomates pera, tan tempranos en un momento de precios altos que José María no puede ocultar una sonrisa de satisfacción. Ha conseguido sacarlos adelante incluso un poco antes del ciclo recomendado por Semillas Fitó, que es la firma de esta variedad Bielsa, con la que está bastante satisfecho. Pero, para eso hay que saber manejar el cultivo.
“No a todo el mundo tiene por qué irle bien. Esto es muy difícil. Hay que controlar muchos aspectos y también tener suerte. Yo no puedo quejarme”, asegura mientras acaricia unos tomates pera que ya están casi en su color y tamaño perfectos.
Cosas que cambiar Mientras cierra el invernadero, José María repasa las cuestiones que le gustaría que cambiaran. Por ejemplo, “es necesario que las autoridades faciliten la contratación de trabajadores extrajeros de forma ilegal, porque no siempre es fácil contar con la mano de obra necesaria. Y, también es muy importante que haya vigilancia en el campo. Cada vez hay más robos de género y de materiales. Es un verdadero problema”.
La tarde declina y es hora de volver. El calor cede y el silencio vuelve a adueñarse del Paraje del Caballón, el escenario de las ilusiones y los desvelos de José María y de su familia.
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