Todas las mañanas a las ocho en punto, la calle Los Celtas de Berja se inunda de un denso aroma a cacao. Es un olor vigoroso, con endorfinas, que activa el ánimo con las claras del día, que hace que los vecinos de la fábrica de chocolates afronten la jornada con un puntillo dulce de melancolía infantil.
Allí, con duende artesano, porfían desde hace un mes con el azúcar, la vainilla y la manteca de cacao, Francisco Rubio, Yolanda Calderón, Rocío y Miguel Angel Rodríguez, los intrépidos socios de una cooperativa chocolatera, Alpujarra’Delicassi, que han hecho posible que la provincia alumbre la primera fábrica de chocolate desde los tiempos de Marícastaña.
El proyecto arranca en la cabeza de Miguel Angel, un virgitano con orígenes motrileños que, tras navegar por un negocio de limpiezas de edificios, decidió probar fortuna en la repostería, su verdadera pasión no oculta. Se fue a Barcelona a hacer un curso práctico de chocolatería, a aprender en obradores al lado de sólidos artesanos, y a la vuelta con el pc lleno de ideas hizo realidad su sueño: explicó el negocio a unos amigos que se le unieron y con los que ha conseguido inaugurar el vivero de empresas del municipio, en el Polígono La Tomilleras en una nave de 150 metros.
Allí crepita ya en la fundidora la densa mezcolanza del color oscuro, se agrupan los moldes y se está a la espera de que llegue la enfriadora que, por ahora, se sustituye por el proceso manual.
Miguel Angel explica que “esta chocolatera viene de mi pasión por la repostería, tengo cocineros en mi familia y me dije por qué no, en Granada hay dos fábricas chocolates, en Murcia y Alicante también, pero en Almería no”. La empresa, que ya ha recibido sus primeros pedidos y está en algunos comercios, expende sus productos -turrones y bombones artesanos- con el nombre de La Virgitana, que ha recuperado de una antigua fábrica de gaseosas que funcionó durante décadas en el municipio.
Bombón de cerveza
Estos emprendedores apuestan por productos artesanos pero con un toque original. Ya están elaborando chocolates de fresa, tabletas rellenas con aceite de oliva de Canjáyar y próximamente alumbrarán el bombón de cerveza. “Queremos colaborar con pequeñas empresas artesanas como nosotros, como la del queso Medal”, indica Miguel Angel. Han participado ya en la feria Gastroart de la capital, en Expo Berja y en la Feria del Aceite de Canjáyar.
Otro de las ilusiones de Miguel Angel es recibir visitas guiadas de escolares al obrador -como un willy Wonka almeriense sin pajarita- para que aprendan cómo se fabrican esos bombones por los que son capaces de dar la vida en los recreos.
De La Concepción al Buen Gusto y La Habanera
El negocio chocolatero almeriense estuvo vinculado al siglo XIX, cuando en el centro de la ciudad hubo dos fábricas movidas por vapor y otra más discreta en la calle Granada -La Estrella- que ya tenía actividad en 1876. La chocolatera La Concepción abrió en la Plaza de la AdministraciónVieja en 1878, propiedad de Benítez, Campoy y Oliver, con libras de 16 onzas. El mal fario de un tremendo incendio arruinó este ingenio un año después, a pesar de que la guarnición del Cuartel de La Misericordia intentó salvar el obrador y la maquinaria. En la Plaza Marín abrió en 1880 la fábrica de chocolates superiores Al buen gusto el industrial Juan Faixá, que al fallecer pasó a manos de Ginesa López e Hijo con el nombre de ‘La Habanera’. En Huércal-Overa abrió la chocolatera La Realidad, de Tomás Parra Cruz, en la calle La Iglesia.
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