Sin Semana Santa: 10 de abril de 2022, Domingo de Ramos

Tanta paz lleves como descanso dejas, Semana Santa de 2021. Gracias por participar, pero no queremos volver a verte por aquí. Por favor.

Para los cofrades que no acostumbramos a madrugar (nótese el uso de la primera persona; lo del plural ya no sé si es tan cierto porque hablo por mí y solo por mí), el Domingo de Ramos es un día rarísimo en el que el propio reloj biológico tira de ti para llegar a tiempo al encuentro de los hebreos que salen del Espíritu Santo. Que el calentamiento en Piedras Redondas estuvo genial, pero un Domingo de Ramos es un Domingo de Ramos, bien lo sabe Dios.

Pues ahí está ya, en el horizonte: 10 de abril. De 2022, sí. Ojalá fuera el de la semana que viene.

Tenemos un año y seis días, ¿eh? Un año y seis días más. Esa espera habitualmente habría sido un auténtico suplicio, un dolor de muelas calmado con el ibuprofeno de la Cuaresma de 2022. Pero en esta ocasión ese año y seis días es un regalo, una bola de partido que ojalá no desaprovechemos.

¿Por qué? Pues porque ahora mismo hay muchas dudas y ninguna certeza. En estos momentos, la Semana Santa de 2022 está colgando de la incertidumbre, porque a saber cómo llegaremos allí, quiénes seremos y dónde estaremos. Pero como la situación no permita lo que ya nos hemos perdido dos años seguidos, a ver con qué cara volvemos a decir que ha habido poco tiempo para preparar algo alternativo, algo distinto, pero que merezca la pena vivir. Y a volver a contar que va a ser una Semana Santa interior, muy espiritual.

Un año. Y seis días más.

No importa quién, cómo y cuándo tenga que hacerlo, pero que lo haga alguien, por favor. Y ojalá no haga falta, ¿eh? De corazón. Que no quiero que nadie entienda estas líneas como un brote pesimista de un enemigo de la Semana Santa. Líbreme el Señor. Pero si pasa lo que quizás pase, que no nos pille mirando al tendido. Que de “ya no da tiempo” está el cementerio lleno.