La Semana Santa ha sido durísima o, cuanto menos, extenuante. Lo ha sido, desde luego, para las personas que han cogido su túnica y un capirote, o su costal, o su mantilla y han hecho estación de penitencia.
Pero hay un grupo de almerienses para los que la fatiga ha sido aún mayor: nuestros representantes políticos.
La Semana Santa es esa fiesta popular que, como tantas, siempre se ha visto comprometida por un difícil equilibrio entre tres fuerzas que intentan controlar algo tan ingobernable como la devoción popular: la Iglesia, la política y las propias cofradías. Y en medio, la gente.
Pero este año es especial. En poco menos de dos meses, estaremos votando a los que serán nuestros concejales para los próximos cuatro años (si no nos sale algo mejor antes, claro). Este hecho nada desdeñable ha provocado algo tan inevitable como llamativo (siendo aquí “llamativo” eufemismo de “bochornoso”): (casi) todas las hermandades de Almería capital han dado a los políticos un protagonismo que roza la idolatría.
Puertas abiertas
No hacen falta nombres ni signos políticos, porque acabamos antes diciendo que han sido todos (salvo algunos casos).
Hay políticos que han disfrutado de las salidas de las cofradías desde el interior de los templos, en silencio pero ahí, en ese lugar privilegiado al que no tiene acceso el almeriense de a pie. Pero ellos sí.
Los hay que han dado un paso al frente y, ya puestos, han dado esa primera levantá que se ofrece como una especie de concesión exclusiva y llena de significado y que, sin darnos cuenta, se convierte en una excelente escena de campaña electoral.
Porque eso es de lo que no nos hemos dado cuenta los cofrades aún (auténticos culpables de todo esto): que estamos en campaña electoral y que el martillo de los pasos (o las varas en las presidencias) son auténticos reclamos para el 28 de mayo de 2023. Y, una vez más, nos han usado con auténtica complacencia cofrade.
Hay, además, una tercera categoría: la del político que, efectivamente, ha hecho la estación de penitencia con la hermandad de turno, vara en mano.
No obstante, aquí hay que hacer un matiz. Están los políticos que han hecho estación de penitencia sin tener nada que ver con la hermandad para repartir saludos por Almería y los que han hecho lo mismo, pero siendo hermanos de la cofradía. Eso sí, a cara descubierta para repartir los mismos saludos.
En esa última categoría están los políticos que, siendo hermanos, hicieron estación de penitencia con su túnica, mantilla o costal. Ejemplos hay y merecen ser nombrados: Ramón Fernández-Pacheco y Fernando Giménez con túnica en el Prendimiento; Jesús Luque con el costal en el Rosario del Mar; o Aránzazu Martín con mantilla en Los Ángeles cumplieron como hermanos en sus respectivas cofradías. Todo lo demás es postureo.
¿Y qué le hacemos?
Llegados a este punto es donde la cosa se pone turbia de más. Alguien me decía la pasada semana aquello de “Fuera políticos de nuestros pasos”, como queriendo alejar a los representantes públicos de martillos, varas y todo aquello que no les sea propio en su condición de hermano, si es que son cofrades.
Por su parte, las cofradías tienen un problema. “¿Cómo les decimos que no?”, preguntará alguno. Así, siguen recibiendo (¿e incluso invitando?) a las autoridades como si fuera todo un honor que hicieran un hueco en sus apretadas agendas para tocar un poco de nuestra plata. Agradeciendo sin cansancio que se acuerden de nuestra cofradía.
Dicho en cristiano, nos seguimos comportando como unos paniaguados al acecho de algún favor que ofrecemos, como máximo reconocimiento, esa levantá o incluso alguna distinción. Y, en realidad, lo que sucede es que la cofradía se vende para organizar un acto de precampaña del que luego presumir en redes. Los políticos más cofrades residen en Almería.
Y lo más gracioso de todo es que es a cambio de nada. Que, a la hora de la verdad, las incidencias de los recorridos se han solventado en ciertos casos tarde y que las cruces de mayo siguen siendo un rosario de dificultades. A modo de ejemplo, si bien las cofradías que comunicaron las incidencias de sus itinerarios el 31 de mayo, en algunos casos se tuvieron que solucionar con el paso en cuestión atascado en un cartel. Eso, en el mejor de los casos. ¿Es verdad que los políticos apoyan a los cofrades todo el año o se lucran más que ayudan?
Ahí queda la pregunta para quien la deba (y la quiera) responder. Mientras tanto, mira, yo me sumo: Fuera políticos de nuestros pasos.
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