Hay un día al año en el que el monumento más icónico de la ciudad y el movimiento más numeroso de Almería se funden en uno: es el Jueves Santo, cuando la cofradía del Rosario del Mar llega a la Alcazaba, punto innegociable para la hermandad desde que esta salía los Sábados de Pasión desde la añorada (y llorada) capilla del Hospital Provincial.
Pues en esta dichosa Semana Santa de 2024, la más extraña de cuántas hemos vivido recientemente (pandemia aparte), la Alcazaba también se nos ha escapado de entre los dedos. Una hora antes de salir por el dintel del Santuario de la Virgen del Mar, la Hermandad del Rosario del Mar hacía público un comunicado en el que informaba de que “siguiendo las recomendaciones de las autoridades competentes y debido a la meteorología que se presenta en la tarde de hoy, la hermandad ha decidido modificar su itinerario en el tramo posterior al finalizar la carrera oficial, suprimiendo en su recorrido el paso por la Alcazaba”.
De esta manera, el estreno de las secundarias del misterio de Nuestro Padre Jesús de las Penas en el Abandono de sus Discípulos iba de la Catedral a Cervantes, Mariana, Tiendas, Virgen de la Soledad, plaza Flores, San Pedro, Real, Gravina y al templo. Otro día (y van todos, menos el Martes Santo), Almería no pudo vivir una jornada cofrade completamente normal.
El viento
De hecho, el viento (si bien no con la fuerza del Martes y del Miércoles Santo) se hizo presente en el resto de estaciones de penitencia, especialmente en el tradicional Encuentro celebrado en la Plaza Circular, punto álgido para la cofradía de Ciudad Jardín que tuvo que afrontar las embestidas del viento en su recorrido, el más sureño del día.
Más normalidad hubo en el extenso cortejo de Angustias, cada vez más afianzado en el escolar mundo de la Compañía de María, con todo lo que ello conlleva. Su paso por el barrio de San Sebastián, novedad reciente, se ha convertido en parada obligatoria del día para los almerienses.
Pero si algo es obligado en el Jueves Santo es, además, disfrutar de lo sobrio del cortejo del Silencio. Y, muy especialmente, de la cantidad (y la calidad) de rosas del Consuelo. Pero especialmente, de una, la distinta: la que llevaba, a los pies de la Virgen más querida de Alfareros, Vicentillo, el angelito que cada año tiene el privilegio de portar entre sus manos una rosa de las que llevaba, la noche anterior, la Esperanza de los Estudiantes. Y con Vicentillo recogiéndose empezó un nuevo Viernes Santo.
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