Resumir el día cofrade de ayer es como pedir que esta Semana Santa de 2024 tengamos un día normal en lo meteorológico. Vaya por delante que tomar la decisión de salir o no salir tuvo que ser, para las cuatro juntas de gobierno, un trago bien amargo. Pero las cuatro dijeron que sí.
El viento que a mediodía invadía la capital hacía que, a primera hora de la tarde, la Agrupación comunicara que las cuatro cofradías atrasaban una hora su salida. En la calle, el vendaval había derribado un par de palmeras y un semáforo. El día estaba para pocas bromas (y menos cofradías).
A las 18.45 horas empezaba la tarde (y los comunicados): el Calvario sí que salía, pero lo hacía solo con su Cristo del Mar (y en andas), dejando las andas de la Virgen de las Lágrimas por el viento. Y a las 19.15 horas le tocaba al Prendimiento. Pero el tiempo no estaba por la labor y empezaron las dudas: la Policía Local desaconsejaba la salida, algo transmitido por la propia alcaldesa, María del Mar Vázquez, presente en el interior de la Catedral.
A partir de ese momento, con todo el cortejo organizado y cientos de personas en el interior de la Catedral, la junta de gobierno del Prendimiento fue posponiendo la decisión, de cuarto de hora en cuarto de hora, dejando para las 19.55 horas una decisión final que terminó llegando pasadas las 20 horas: el Prendimiento iba a salir, aunque fuera las rachas de viento seguían siendo imponentes y, si cesaban de cuando en cuando, se alternaban con algún chispeo tonto. Una tarde desapacible donde las haya.
Sin embargo, como decía un capataz sereno donde los haya (de otra cofradía que comparte día), se había pensado con el corazón. Nada más anunciarlo Prendimiento, Macarena se sumaba: salían a la calle. Ambas, abrieron las puertas de sus templos a las 20.20 horas. Y ambas alteraban el recorrido, descartando las primeras calles de su itinerario para llegar cuanto antes a carrera oficial.
Algo después, Estudiantes se sumaba al día y, pasadas las 21.30 horas, se volvían a abrir las puertas de la Catedral para que saliera la cofradía, que había decidido dejar las insignias en el interior del templo por responsabilidad, pensando en que un mal golpe de viento pudiera tirar al suelo a los portadores de estandartes y otras enseñas.
A partir de ahí, pasó de todo: cruces de cofradías que pasaban por carrera oficial con otras que quizás podían haber acortado algo más su recorrido (o aligerar su paso). Mantos de vírgenes sujetados a mano, por no quedar a merced del viento. Mantillas y nazarenos pasando malos ratos. Dos Esperanzas, un Prendimiento más brillante que nunca y un Cristo del Mar inédito. Y, en definitiva, una noche que dará mucho que hablar durante los próximos doce meses. Porque, al final, solo había una duda: salir o no salir. Y todos jugaron la misma carta.
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