Las bodas de oro de un cura bueno: así es Eduardo Fernández-Moscoso

El marianista fue párroco de San Juan y de San Roque

En los Moros y Cristianos de Villena, consagrando y a día de hoy: tres etapas de la vida de Eduardo Fernández-Moscoso.
En los Moros y Cristianos de Villena, consagrando y a día de hoy: tres etapas de la vida de Eduardo Fernández-Moscoso. La Voz
Álvaro Hernández
23:22 • 12 may. 2024

Tiene dos carreras (Historia y Teología), ha cumplido hace unos meses 80 años y, además, en este 2024 celebra sus bodas de oro sacerdotales: Eduardo Fernández-Moscoso Solano, marianista, recibió su ordenación sacerdotal hace ahora 50 años en el municipio alicantino de Villena. Y lo celebra en Almería, lugar en el que está destinado por tercera vez en su vida.



"La primera vez estuve desde 1985 a 1992, cuando fui párroco en San Juan y di clases en El Argar", recuerda ahora con la felicidad que da el hecho de mantener en Almería a amigos de aquella época, como profesores jubilados con los que aún queda a desayunar de vez en cuando.



A pesar de estar retirado de la enseñanza, este sacerdote valenciano de nacimiento y almeriense de adopción tiene poco tiempo libre. Tras la oración de la mañana en la coqueta capilla que tienen los marianistas en su casa, Fernández-Moscoso ayuda en el colegio comprado por los marianistas a la Diócesis, el Virgen de la Chanca. Ayuda también en la parroquia gestionada ahora por la congregación, San Roque, donde da misa dos semanas al mes, para ayudar al párroco. En su (escaso) tiempo de ocio, dibuja (y lo hace muy bien). Pero, además, da clases como voluntario.



¿Dónde? La respuesta a esa pregunta es interesante. Porque la forma de ser y de entender el sacerdocio de Eduardo Fernández-Moscoso encaja muy bien en la Iglesia del Papa Francisco: por eso, este sacerdote enamorado del sur da clases de español a inmigrantes de la mano de Almería Acoge. "Estoy muy sensibilizado con el problema de la inmigración y creo que hay que hacer todo lo posible por ayudar. Hay casos verdaderamente desgarradores, pero eso me ayuda mucho a ensanchar el horizonte", confiesa este sacerdote que hace realidad la doctrina más social de la Iglesia. 



Pero su faceta social como sacerdote va mucho más allá del trabajo desinteresado con personas migrantes. También está implicado (e integrado) en un barrio que él mismo describe como "complicado", aunque "muy estereotipado". "Dicen que es un barrio difícil, de droga, de delincuencia... Pero de eso hay en todas partes y luego aquí también hay gente buenísima, hay familias fabulosas y que han sufrido mucho", desmenuza Fernández-Moscoso.



Con todos sus vecinos (los que sean conflictivos y los que no), este sacerdote que está de aniversario ejecuta a la perfección aquello de 'no juzguéis y no seréis juzgados': "Yo no tengo ningún derecho a criticarles porque yo he tenido unas posibilidades de cultura que ellos no han tenido y si estuviera en sus condiciones posiblemente sería peor que ellos. entonces no solo no les juzgo, sino que les apoyo", plantea. 



La vuelta al mundo



Ahora, insiste en que está feliz y, sobre todo recalca con paz y mucha tranquilidad una sensación: "Me siento más libre que nunca". Formado sacerdotalmente entre Suiza y san Sebastián, fue párroco en Zaragoza, estuvo destinado en Valencia y también en puntos de lo más distantes de todo el mundo, como Colombia.


Tras 50 años como sacerdote y presencia en las culturas más dispares, Fernández-Moscoso (que nunca acaba una conversación sin desean un buen día a su interlocutor) cree en una Iglesia de persona a persona, "sin pretender convertir a nadie, sino servir, abrirte, compartir con la gente, abrir el corazón, sentirte uno más...".


Odia que le llamen padre, se hizo marianista tras estudiar en un colegio de la congregación, ha sufrido dos crisis de vocación (de las que salió confiando siempre en Dios), tiene una voz exquisita para hacer radio, no aparenta los 80 años que tiene (ni por dentro ni por fuera) y en él se cumple ese dichoso refrán que vaticina que a Almería se llega llorando y se va uno llorando. Y es sacerdote aquí, 50 años después de empezar a serlo. Felicidades. 


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