Pocos lugares en la costa española hay tan despejados como Almería. Incluso en Andalucía costaría ver unas playas desérticas, a las que solo se pueda acceder tras una larga caminata, y a varios kilómetros del núcleo urbano más cercano. La provincia de Almería posee enclaves recónditos, perdidos y ajenos a la masificación que son objeto de deseo en cualquier momento, pero que con el panorama actual cobran mayor importancia si cabe.
Diversos estudios han demostrado que la pandemia ha cambiado la forma de organizar un viaje por parte de los turistas. Mientras antes el sector servicios primaba para muchos, ahora lo hace la naturaleza, el aire libre y, sobre todo, la ausencia de masificación.
El turista no quiere meterse ahora en ciudades atestadas de gente, guardar largas colas y acceder a recintos hasta la bandera. Hoy en día busca, sobre todo, tranquilidad, lo que se traduce en seguridad frente al coronavirus.
Conscientes de esto, las autoridades, encabezadas por la Diputación de Almería, pusieron sobre la mesa, hace unas semanas, en la Feria Internacional del Turismo (FITUR) celebrada en Madrid, las posibilidades que ofrece Almería para llevar a cabo un turismo ‘slow’, pausado y sostenible. Un turismo basado en exteriores, buena gastronomía y poca masificación, y es que la provincia ofrece un sinfín de rincones, tanto en interior como en su litoral, en los que el turista puede experimentar la sensación de aislarse del mundo.
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