El taxista puso el cebo en el anzuelo. Me lo tiró hacia el costado al modo guadaña. El sedal cargaba plomo de más. Poco a poco me fue dando carrete. Yo le dejé hablar. Vino a decirme el hombre que llevaba seis años ya trabajando el taxi por la noche. Que hacia muchos servicios a unas señoritas que él conocía, unas señoritas a la espera de FITUR como agua de mayo. Seguía el hilo con pelos y señales. Fíjese usted, en el Paseo de la Castellana, en el club -interesados mirar la guía de ocio madrileña-, trabajan cien señoritas y ahora vienen otras trescientas. ¿Tanta clientela hay? ¡Muchaaa! Sobre todo, extranjeros. A mí, o sea, a él, le dan comisión si lleva clientes, entre 5 y 15 euros, depende del club, e incluso una madame me puso, le puso, en la mano 60 euros por un buen servicio. Dicen que FITUR deja en Madrid 260 millones de euros. No sean malpensados, además de las señoritas, hay hoteles, restaurantes, regalos, transportes, casino.
FITUR es luminosidad, colorido, brillo, lentejuelas, todo ello con el exclusivo ánimo de atraer la atención del visitante. No obstante, pese al resplandor, ciertos personajes pasan desapercibidos. Son, precisamente, quienes van con el simple propósito de ser vistos, de ser mirados, y, sin embargo, pasan inadvertidos. Son los exhibicionistas. Este género es neutro no vayamos a empezar con lo del lenguaje sexista. Desde un discreto observatorio se los distingue en un santiamén. Miran como si el resto del mundo tuviese la obligación de reconocerlos. En ese inmenso y efímero escaparate que es FITUR, casi todo el que por allí pulula trae de casa el ego, la vanidad, ya puesta.
La competencia es muy, pero que muy dura, entre pavos reales de vistosos penachos, gacelas de alto corpiño y mirada caníbal, y garzas de largas piernas rematadas en finísimos tacones. Mal lo llevan, los figurones. A ciertas horas de la mañana, del mediodía, el trasvase de gentío de un stand a otro, de un pabellón al de enfrente, es desmedido. Diríase que regalan algo. No, acuden al aroma del jamón. Es normal en FITUR que cada provincia, comunidad, país, celebre su día. Cada provincia, comunidad, país, echa la casa por la ventana en lo que a viandas se refiere.
Lo mejor de lo mejor. Intentan que al ágape acudan exclusivamente los invitados. Ay, amigos, para los gorrones habituales, los especialistas, los fetén fetén, no hay barreras. Tienen milimetrada la ubicación. La estrategia es simple, pero hay que valer para ello: situarse justo en el lugar de salida de las bandejas. Una vez ahí, salen comidos, bebidos y vámonos a Colombia que ponen un café, qué café. El turismo es la mayor industria de España. Según los expertos, genera empleo, es el no sé cuánto del PIB, nos han visitado más de 80 millones de turistas, si bien, en el plazo aproximado de cinco años la tecnología y la demografía van a cambiar el modelo de industria.
Se habla ya de turismo sostenible y digitalizado. Que está aquí, a la vuelta de la esquina. Mientras tanto, políticos y empresarios andan, como diría, ¿a la gresca? Los intereses de unos y otros entran en conflicto. Los de unos se valoran en votos y los de los otros en términos económicos. ¿Galgos o podencos? Y llegará el lobo. Sí, porque ciertos políticos, presidentes o presidentas de Comunidades Autónomas, alcaldes y alcaldesas de ciertas capitales, no saben qué tienen entre manos. Pero esto no se ve, pasa a escondidas, hasta que los sientas juntos en un foro de debate.
A estas alturas, nos preguntamos ¿en FITUR se trabaja? Sí, también, pero se nota poco. Como es ya domingo habrán visto fotos de FITUR a cientos. Aquí, en estas fotografías, queda el testimonio gráfico de que se trabaja. Ciertamente se trabaja y mucho, tan cierto como todo lo anterior.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/3/provincia/145185/lo-que-fitur-esconde