Sí, es cierto. El título es casi calcado al de la película ‘La forma del agua’ dirigida por Guillermo del Toro. Es la película más distinguida de la 90º edición de los Oscars con un total de 13 nominaciones. Esta misma noche o mañana por la mañana sabremos cuantas estatuillas han engrosado su mochila. Volvamos ahora, con su permiso, a lo nuestro, a la forma del aire. Al no ser un elemento sólido, según dogma de la física, no tiene forma sino únicamente propiedades: temperatura, altitud, composición... Pese a ello, no está de más recordar la advertencia de las abuelas: ‘algún día te dará un aire’. En seis palabras todo un tratado de vida.
En diversos credos el aire es un dios, Eolo el más notable de ellos. Para mayor abundancia, en la mitología fenicia, el dios Baal personifica el aire como elemento activo. En antiguas religiones arias rindieron culto al Aire, así como en el Veda el dios del Éter es Indra. El aire, en según qué, no requiere de criaturas insólitas para adoptar forma, su imagen está fielmente recogida en la poesía, en la música, en la pasión, en la sensibilidad, en el modo de darle aire a la vida, o que, a la vida, al decir de las abuelas, le dé un aire.
La realidad de nuestra forma del aire tiene algo en común con la fábula de la forma del agua: el amor. Nuestro personaje, Elena Cano Redondo, venía de Asturias a Mojácar y volvía a la cuna de la sidra y, de nuevo, a Mojácar. Hablamos de finales de los años 80. Era una reincidente sin enmienda. Hasta el día del aire, ese cuando se enamoró y se quedó. Vaya, se trajo el piano y todo. Antes de dejar la tierra astur, mucho antes, Elena le daba forma al aire, la esculpía con las 88 teclas del piano. Profesora del Conservatorio en excedencia, obtuvo la oposición de Lenguaje Musical, Elena Cano imparte actualmente clases de piano en la Escuela Municipal de Música ‘Diego Garrido’, de Vera. Ahí continúa modelando la forma del aire, do, re mi…
Elena, para su bien y al contrario del personaje femenino protagonista de ‘La forma del agua’, no es muda. Canta, y canta muy bien. Posee el talento de darle forma al aire con su entonación, timbre, emoción, cualidades cuya suma ofrece el resultado de un estilo original, de darle forma al aire con su voz. En cada una de sus actuaciones traza un signo en el aire y otro y otro hasta obtener la forma del aire pretendida, la de las emociones: ternura, calor, afecto, entusiasmo, asombro. Y es entonces cuando se entronca de nuevo con ‘La forma del agua’: la fascinación, el sentimentalismo, un dejarse llevar con Debbie Davis Project, un homenaje a la música.
Le da forma al aire Elena Cano con el movimiento de sus brazos, de sus manos, cincela en el aire figuras lúcidas mientras conversa o cuando calla en la práctica del yoga para ser dueña de su vida, de su mente, no dejar a las emociones ser dueñas de las respuestas, sino fomentar la serenidad, la sabiduría. Elena Cano imparte yoga en el Centro Ananda, en la huerta de Mojácar. Ella, junto con sus alumnos, le da forma al aire, una forma sutil, cristalina, de descubrimiento interior, de la disposición a ser maestra de su mente.
Supongo, es solo un suponer, tal vez algún día a algún soñador amante de los cuentos le de por hacer una película con el argumento de la forma del aire. Si así fuese, no lo dude, aquí tiene a la protagonista: Elena Cano Redondo.
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