Hay quien se agarra a la vida como si en ello le fuese la misma vida. Incluso, a veces, la vida te aferra a la vida como una loba desesperada protege a sus cachorros. También, a veces, la vida te hace seguir en vida contra todo pronóstico. Hay quien, como Mario, sobrevive a pesar de todo, incluso frente a todo. Aún en el vientre materno el niño sufría, no bombeaba bien la sangre. El asunto no pintaba bien. Había que sacarlo o moriría. Mario nació prematuramente, a los seis meses y medio de embarazo. Pesó 797 gramos. Medía 39 centímetros. Su madre, María Encarnación García Rubio, ingresada en Torrecárdenas 13 días antes de que el chavalín naciera, recita de memoria todos los datos de cuando le parió. Con Mario en su regazo, la conversación se interrumpe de cuando en cuando con chupetones del niño al chupete ¡chup, chup, chup! Mario no tiene dientes, sin embargo, le da dentelladas a la vida desde cuando lo parió María Encarnación.
Todo fue normal hasta alcanzar el bebé un kilo y medio de peso. Fue entonces cuando a Mario -¡chup, chup, chup!- le operaron de urgencias un domingo por la tarde. José María González Camacho, padre de la criatura, cuenta lo de la infección en el estómago. Vaya puñetera angustia. En ese momento y durante siete meses y una semana, apunta María Encarnación, comenzó la noria clínica para Mario. Unas veces arriba, sano. Otras, abajo. Enfermo. A una operación le sucedía otra. Mario repuntaba fenomenalmente un día, es un decir, y a los dos días siguientes pesaba tres kilos y doscientos gramos. Retenía líquido. Lo intubaron. Le practicaron una colectomía. El niño dijo adiós a 18 centímetros de intestino. Mario llevaba cuatro vías para administrarle la medicación. ¿Dónde se pinchan cuatro vías parenterales en un cuerpecito tan diminuto? Si no hay más remedio, incluso en los pies, ¿verdad, Mario? ¡Chup, chup, chup!
Mario quiere gatear sobre el sofá. María Encarnación no le quita ojo. José María tampoco. Cuentan cuando les dijeron lo del niño, lo de hasta aquí se ha hecho todo lo humana y médicamente posible. ¿Cómo se les dice a unos padres que su hijo no va a vivir? Pues así, más o menos: el niño no tiene apenas posibilidad de salir adelante. Nos dijeron con mucho cariño, con mucha delicadeza, que nos preparásemos para lo peor. ¡Chup, chup, chup!, al unísono, María Encarnación y José María, dicen que en ese momento no desfallecieron, estaban convencidos de que su hijo iba a vivir. Durante un mes, Mario no respondía a los tratamientos, tampoco era conveniente plantear más operaciones, así que…
Así que la pareja, como todos los días desde hacía ocho meses, iba y venía de Vera a Torrecárdenas, de Torrecárdenas a Vera, porque no teníamos dinero para alquilar, ni para pensión y, además, yo tenía que trabajar, apuntala José María, mecánico de profesión, Los fines de semana sí, sábados y domingos pasábamos casi todo el día en Torrecárdenas. Las enfermeras nos decían que debíamos distraernos, pero cómo se distrae una madre en esas circunstancias. ¡Chup, chup, chup!, María Encarnación creyó en un primer momento que, una vez dado a luz, para casa con su niño. Y no, se te cae el mundo encima. Te cambia la vida. Sólo piensas y vives en y para tu hijo. Esto me ha enseñado muchas cosas, me ha ayudado a madurar, a aprender de buena tinta que puedes confiar en la familia, en los amigos de verdad, en los pediatras, en los psicólogos que te apoyan en los momentos más bajos, y a no hacer caso de los demás. José María afirma rotundamente que no hay que rendirse nunca, hay que tirar para adelante. Tanto es así que de cuando en cuando hacen de consejeros a otros padres que se hallan en parecida situación, incluso a María Encarnación la llamaron de la Asociación de prematuros de Almería para que hablaran con unos padres, que vieran, a través de nuestro caso, que se sale de todo, que todo llega a buen puerto.
La abuela paterna le hizo a Mario un traje, el de Super Mario, ahí lo tienen en la foto. ¡Qué jabato, qué ansias de vivir! Mario, por si le faltaba algo, tuvo un infarto cerebral, un ictus, sin secuelas, al menos de momento, al punto de asombrar a la neuróloga dado su buen estado. En la última revisión, la especialista les dijo a los padres que esperaba encontrarlo falto de movilidad en alguna parte del cuerpo. Y no, Mario ¡chup, chup, chup!, no para de moverse. José María y María Encarnación no paran de contar porque casi ocho meses con su hijo en la UCI pediátrica dan para un libro que está ya escrito en las paredes de Torrecárdenas, en cada uno de los profesionales que atendieron a Super Mario al que han adoptado en el cariño, en la ternura, en el asombro de cómo ha salido adelante desde que agarró con su manita la mano de su madre. De ahí fue tirando y tirando y, mira, ¡chup, chup, chup!, de casi verlo muerto a estar jugando en casa. El pasado martes le retiraron, por fin, la sonda y el próximo día 25 de abril cumplirá un año. En el momento de la despedida, uno coge al niño en brazos y nota la cantidad de vida de Super Mario. Uno abraza a los padres y siente la fuerza de unos superpadres.
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