“Me picó que la gente preguntara si había algo antes de los indalianos”

Cerca del mismo mar que él ha visto desde el estudio de delineante durante cuarenta años, Dionisio Godoy confiesa que no es “muy de salir de tapas”. Cambia el café que iba a pedir por una Coca cola y refresca con ella sus recuerdos que -él mismo se sorprende- son muchos: “He cogido carrerilla, tengo que aprovechar los años que me conceda la cabeza”, dice mientras va saliendo la retahíla de fechas.

Esta memoria prodigiosa y la suerte de haber coincidido con los años dorados de la cultura almeriense se unieron a su interés investigador para concebir un libro que recoge varias décadas de estudio y que espera que pronto vea la luz, la ‘Galería biográfica de artistas almerienses, 1779-1900’. Aunque el año pasado se le adelantó su otro gran ‘hijo’, la relación de ‘Artistas andaluces en las Exposiciones Nacionales (1895-1936)’.

La galería de arte Parriego que Dionisio Godory dirigió en los años 70 tiene parte de la culpa de este afán investigador. “En aquellas exposiciones me preguntaban si había algo antes de los indalianos; me picó un poco aquello y empecé a informarme”. Su abuelo, Emiliano Godoy, forma parte de aquel legado artístico que ya poseía Almería en el siglo XIX. “Es verdad que el arte en mi casa estaba por todas partes, por mi abuelo y por mi padre, pero siempre por encima del zócalo, que era hasta donde llegaban las humedades, porque las paredes de mi infancia, en la postguerra, estaban llenas de humedades”, comenta.

Tan sólo cuatro años le separaban de los llamados pintores indalianos, cuando Jesús de Perceval, “que lo inventó todo”, apadrinó a Cantón Checa, López Díaz, Cañadas... Por Parriego pasaron todos. “Los mayores, los conocidos en Almería, eran los que proporcionaban el dinero para mantener la galería y de esa manera exponían otros pintores jóvenes. Yo no hacía dinero, pero sí ganaba satisfacción”. Además, de aquella sala nacieron otras muchas, como la galería Argar. “Fue en Parriego donde a Cantón Checa le llamó aquello de tener expuesta obra suya junto a la de otros”, explica Dionisio Godoy. Pero insiste, “con los indalianos lo que yo tenía era amistad”.

Y con Perceval, también familiar suyo, guarda en común el segundo culpable de su dedicación: un inmenso amor por Almería, que le ha llevado a recoger en sus acuarelas los preciosos rincones que regala la provincia. “A mis cuadros los llamaron ‘los pueblos olvidados’ y es verdad que no estaban pintados: se pintaba La Chanca y un tema que se tocaba muy bien, que es el de la uva; y luego estaban los indalianos...”

Con sus largas piernas se ha recorrido “toda la costa y los pueblos pequeños” donde siempre, dice, ha encontrado muchisímima amabilidad: “Era una delicia, los vecinos se sentaban al lado de donde yo plantara el lienzo, en una silla o en el tranquillo, y siempre sacaban un vaso de vino y un buen pedazo de pan, y digo pedazo porque no era un pedacillo”. Las tapas, en cambio, no son su fuerte, según dice. “Si pones que me he tomado una cerveza, pon que ha sido sólo una, que yo he leído algunos en esa página...” De hecho, la entrevista le parece desmedida: “No considero que yo haya hecho nada importante para salir en la última de La Voz”, se excusa al principio al ser abordado. Y sin embargo cuenta con diversos premios artísticos que reconocen la sensibilidad de sus acuarelas, la misma sensibilidad que transmite la luz de Almería en su mirada clara. Por eso, obligado en este encuentro a mirar atrás, se muestra dolido por la falta de reconocimiento que cree que han tenido los artistas almerienses. “Sobre Perceval se han propuesto tantas cosas..., pero habría que cumplir sobre todo con lo que ya aprobó el ayuntamiento en 1985 que es poner una escultura suya. Debería estar delante de la estación, bien alta, para que la gente pregunte quién es”.

Quien sabe si gracias a esas preguntas podrían arrancar otras historias, al igual que una pregunta empezó la suya.