¿Dónde colocamos a los ancianos?

Para 2070 los grupos más numerosos serán los comprendidos entre los 60 y los 70 años

La Voz
Ricardo Alba
07:00 • 14 oct. 2018

Vivimos más años. Al decir de los expertos viviremos más años y, según los más entendidos viviremos muchos muchos años más y mejor. Y claro, el planeta, la sociedad, no está prevenida para tanta longevidad ni para tantos ancianos, aunque tengan una salud de hierro. Ahí están ni más ni menos los actuales pensionistas reclamando la subida de las pensiones, o sea, más euros por cabeza de jubilado. Ahí están ni más ni menos los economistas del asunto advirtiendo de la inestabilidad del sistema de pensiones, predicando las bondades y conveniencia de un plan de jubilación alternativo o complementario. Estas últimas recomendaciones dan señal de la deshidratación de la vaca. No hay perras para todos, ni mucho menos en cantidad decente. Y esto se traduce en mala calidad de vida, a mi entender.




Si hacemos caso a los pronósticos de los futurólogos, “en el año 2070 el porcentaje de la población de mayores de 65 años se elevará al 33,6%”. Esto supondrá una proporción de 1,6 adultos en edad de trabajar por cada mayor de 65 años. Un tercio de los residentes actuales en Andalucía tiene entre 30 y 50 años. Las generaciones posteriores han sido progresivamente más pequeñas, y sólo han empezado a crecer con el cambio de siglo. La pirámide prevista para 2070 refleja que grupos más numerosos serán los comprendidos entre los 60 y los 70 años de edad gracias a las mejoras de la esperanza de vida y la llegada a esas edades de generaciones muy pobladas”, según Alejandro Martín, que añade: “es más, el número de centenarios se multiplicará por 15, de acuerdo con el escenario medio, lo que implicará que en Andalucía se pase de unos 2.200 personas con más de 100 años de edad en 2016 a en torno a 30.000 en 2070”. Vaya tela.




¿Y dónde meterán a tanto mayor de 65 años? Escribo en futuro porque el 2070 nos queda lejos a quienes ya hemos pasado de los cincuenta. O más. Viene a cuento todo esto por la puesta en marcha, en esta misma semana y el mismo día, la construcción de dos Residencias para mayores, una en Mojácar, la otra en Vera. Se sumarán a las aproximadamente sesenta Residencias en toda la provincia, con el consiguiente incremento de plazas. ¡Esa es otra, encontrar una plaza no es moco de pavo! Además, si se queda una libre, ya se sabe el motivo.




Por regla general, los mayores se resisten a ingresar en una residencia, quieren envejecer en su casa, controlar su vida. Por regla general también, los familiares dudan en dar el paso, sobre todo en zonas rurales. La percepción tribal de los pueblos es infinitamente superior al de los núcleos urbanos, no digamos las grandes capitales. Sin embargo, sea cuál se el ámbito, llega el momento de cuando no hay más remedio. Aún tratándose de proporcionar la mejor atención, velar por su calidad de vida, es duro, muy duro poner a los abuelos en la residencia. Es el sentimiento como de desconectarlos del mundo, aunque se haga ineludible hacerlo.




Y la forma de vida cambia. La de los mayores y la de sus más cercanos. Ellos dejan su sillón favorito, las fotos enmarcadas, las migas de pan en la ventana para los pajarillos, el aparador con las vajillas, la mantita de invierno… Los familiares más cercanos respiran sin la angustia perpetua del accidente doméstico, de la fatídica caída, de contar con la atención médica cualificada. Nadie se salva del paso de los años, y prácticamente a nadie le gusta sentirse mayor, no hay una edad establecida para el momento de la residencia, se trata, más bien, de cuando la atención requerida debe ser necesariamente prestada por profesionales.




Y ahora, con su permiso, volvemos a Vera y Mojácar o Mojácar y Vera, como prefieran. ¿Nos damos cuenta de cuántas personas mayores viven en estos y otros pueblos? Muchas, obsérvenlo. Y si se fijan un poco más, verán cuantas con dependencias o sin familia. Este tipo de labor de los Ayuntamientos debe ser uno de los mayores compromisos con los ciudadanos de sus respectivos municipios. No hace mucho tiempo, las cosas eran bien distintas como lo era la vida misma.




Así pues, nuestros mayores ¿en casa o en residencia? No es sencillo concluir dónde es mejor envejecer, tampoco lo es fijar un denominador común para la felicidad en la ancianidad. Todo depende de la persona y sus circunstancias, pero es importante, estén donde estén, tener la presencia de los familiares tan a menudo cuanto sea posible.




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