Abuelos 10.0

Este formidable equipazo de internautas no anhela crear una startup, esas empresas emergentes chiquitas vendidas a posteriori por un carretón de millones de euros. Este formidable equipazo de internautas, reunido los miércoles y jueves durante una hora y media en el Guadalinfo de Turre, tiene un único afán: aprender.

Con su permiso, presento a cada uno de ellos. A su derecha y de delante a atrás: Dolores Santiago Cortés, 14 años de Internet; Carmen Durán Martin, 10 años cibernéticos; María Baraza Cuadrado, 12 años con pantalla y teclado; Antonia Soler Caparrós, 15 años de escribir, borrar, eliminar, anular. 

El alma del grupo

En la fila de la izquierda y, en primer término, Martín Basilio Gómez Martínez, 2 años de correo electrónico; Francisco Úbeda Rivera, 1 año de ratón y búsqueda; Carmen González Balastegui, 10 años online. A ver, ¿estamos todos? ¿Sí? ¡¡Noo!! Bien, no se me alteren, habíamos dejado fuera a José Miguel Corral, ahí, a la izquierda, entre Francisco y Carmen. 

¡Virgen del Carmen!, sólo me pasa a mí dejar fuera de plano al monitor, al alma de…, al que este equipazo de internautas no es que adore, es que lo quieren, además de necesitarlo, ¿verdad que sí?, cuando se atasca una cosilla, una arroba @ juguetona por poner.

Cada una de ellas, cada uno de ellos, tuvo diferentes motivos para adentrarse en el mundo de la informática. Hay quien se jubiló y ahora puede cumplir su sueño, hay quien llegó de la mano de una amiga, en fin, fuera el motivo que fuese, diversos y profundos, el enganche es absoluto, “mientras el cuerpo me haga sombra yo seguiré aquí”.

¿Alguien da más? Bueno, estoo…, perdón, ¿qué es eso de un leopardo? -debo advertir en este punto que la clase continúa mientras charlamos, de ahí mi sorpresa por lo del leopardo-, “se trata de un ejercicio de visualización, el leopardo está completamente escamoteado entre varias figuras y hay que encontrarlo”. Suerte. ¿Y eso de las recetas? “Estamos haciendo un libro de recetas de cocina: ingredientes, cantidad según personas, o sea, muy completito, que luego editaremos”. Cuando lo acaben, me lo envían por correo. Porque todos ustedes saben enviar y recibir correos electrónicos, ¿verdad? “¡Hombreee!” Buen momento para haber mantenido cerrada la boca.

Antonia, desasosiego; planetas, Dolores; contentísima, Carmen; incredulidad, María; emocionante, Martín; renovar, Francisco; comunicar, Carmen. Estas son las palabras con que cada uno responde a qué sintieron la primera vez que se pusieron ante un ordenador, que no eran estas pantallas planas sino aquellos monitores cabezones y tripudos. ¡Cuánto de lejos queda aquello! 

La plática toma otro carril, el de la incomunicación en la era de las comunicaciones. “Que ahora ni en la comida hay una conversación, se tiene la tele puesta, se atiende el teléfono, se envían y reciben mensajes, es lo que hace la mayoría de la gente, que se ha perdido echar un párrafo”. 

“Vas a la consulta de los médicos, por ejemplo y todo el mundo está con el móvil, con el ‘síndrome del dedito’, hay momentos en que debería apagarse el teléfono y el televisor”. ¿Y qué me dicen de las redes sociales? “Nada, no las utilizamos”. ¿Ni el fasebú? “Tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, lo abro, miro, y algunos son degenerados, hay que usarlo para cosas bonitas, felicitaciones”. Menos una, el resto de los componentes del equipazo ‘La tercera juventud’, así se hacen llamar, tiene nietos. “Ellos saben más que nosotros, nos dicen que están orgullosos de sus abuelos, de sus abuelas, que no lo abandonemos, que siempre se aprende algo, abuela ya sabes más que yo, mira ‘tatá’ no lo dejes nunca”, y así de seguido.

Compra de ordenador para ver y hablar con la familia en la distancia. Superaciones físicas. Lectura de prensa para estar al día. Y aprender, y aprender y aprender, adquirir conocimientos mediante una puerta abierta al mundo con múltiples ventanas de sabiduría.