El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibió este miércoles en el Palacio de la Moncloa a los alcaldes de dos municipios extremeños, Don Benito (37.284 habitantes) y Villanueva de la Serena (25.732 habitantes), que quieren que se convoque un referéndum entre sus vecinos para que se pronuncien a favor o en contra de la unión de ambas localidades.
Gobernadas por regidores socialistas, las corporaciones de ambos municipios ven más ventajas, sobre todo económicas, que inconvenientes para la fusión. De hecho, muchos son los que se refieren – nos referimos – a la zona como Don Benito-Villanueva antes que llamar a los pueblos por su nombre por separado. Ambos núcleos de población suman más de 63.000 habitantes. Y los dos, por separado, tienen más de 20.000 residentes, lo que ya da, de por sí, ventajas específicas en la gestión.
¿Se imagina el lector trasladar ese referéndum a la provincia de Almería? Un ejemplo – insisto, solo es un ejemplo de las decenas que podría haber - sería el de dos localidades del Levante: Vera y Garrucha, colindantes. La primera de ellas suma, en la actualidad y según el último censo del INE, 16.996 habitantes. Los garrucheros son 9.520 censados. Sumando ambas poblaciones resultaría un único municipio con más de 26.500 habitantes, es decir, más de 20.000 residentes y con las ventajas que tiene una agrupación de esas características.
Unas ventajas que se focalizan en la financiación que llega a los pueblos desde el Estado y que contrastan a su vez con los servicios que hay que ofrecer ya sin el paraguas de la Diputación Provincial.
Quienes pueden hablar de esas ventajas son los alcaldes de Almería capital, Adra, El Ejido, Vícar, Roquetas de Mar y Níjar, a los que se uniría Vera en el supuesto de esa fusión, que nadie ha planteado públicamente. Que nadie me acuse de alimentar un debate que nunca ha estado encima de la mesa. ¿O sí? Es justo reconocer los años de lucha del pueblo garruchero para tener un digno término municipal tras años de negociaciones con sus vecinos de Vera y Mojácar. “De río a río. Todo lo que abarca la vista es mío”, solía decir el desaparecido Adolfo Pérez.
En cualquier caso, la creación de un pueblo que se llamara Vera-Garrucha es solo una quimera, aunque el debate de las ventajas de la fusión de algunos municipios debe ponerse, de manera sosegada, encima de la mesa para buscar puntos positivos como la racionalización de los recursos públicos. Frente a quienes entronizan el localismo de campanario, está el sentido común que pretenden con su ejemplo los citados municipios de Don Benito y Villanueva de la Serena, en Extremadura.
En España hay más de 8.000 pueblos – 103 en Almería – y no es baladí que muchos anhelen una unión con el pueblo limítrofe, superando, eso sí, las diferencias ancestrales que tanto han lastrado el desarrollo de proyectos compartidos.
En su día, Vera, Garrucha y Mojácar se repartieron, tras muchas horas de reuniones, sus términos municipales porque era mucho más lo que les unía que lo que les distanciaba. Años más tarde, la buena vecindad es la que impera en esta zona del Levante, que no entiende de fronteras, sino de un enorme litoral que atrae a miles de turistas nacionales y extranjeros.
No. No habrá fusión de Vera y Garrucha. Las torticas de avío son de un pueblo y las gambas rojas de otro, con permiso siempre del canto de Carboneras.
La unión de Vera y Garrucha, ya digo, es una quimera, pero quizá sí debería volverse a plantearse la agrupación de varios municipios pequeños para cooperar en frenar la España vaciada, la Almería vaciada.
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