Pueblos de colonización, zonas de acogida de los nuevos almerienses

70 años después aquellos ‘asentamientos oficiales’ se han convertido en zonas residenciales

El pueblo de Las Marinas en 1973.
El pueblo de Las Marinas en 1973.
Antonio Fernández
20:58 • 30 abr. 2022

La lucha el despoblamiento, contra esa ‘España vaciada’ que amenaza a gran parte de las comarcas rurales del país, tuvo un claro precedente hace setenta años en Almería. La provincia empezaba a despuntar y en su futuro se abrían nuevas perspectivas de desarrollo gracias a la agricultura.



En aquella época, finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, comenzó a forjarse una nueva clase de almerienses, aquellos que llegaban, sobre todo del resto de la provincia, de Andalucía y del resto de España, para disponer de oportunidades económicas más allá de a miseria rural de aquella época oscura.



Esa primera avalancha de inmigrantes dio lugar a una política de vivienda que pretendió, y consiguió, ofrecer soluciones habitacionales a aquellas familias que dejaron sus casas y sus pueblos y decidieron convertirse en los nuevos almerienses.



Los pueblos



La apuesta del Gobierno y de las instituciones públicas de entonces se decantó por la construcción de los pueblos de colonización, de los que en Almería se proyectaron y construyeron 14 de estos pueblos: cuatro en Roquetas (Roquetas Ampliación, El Parador, Las Marinas y El Solanillo); uno en Vícar (Puebla de Vícar); La Mojonera; dos en El Ejido (Las Norias y San Agustín); cuatro en Níjar (Campohermoso, Puebloblanco, San Isidro y Atochares) y dos en Huércal Overa (San Isidro y San Francisco).



El estudio Todos ellos han sido analizados en un estudio de Miguel Centellas Soler, editado por el Colegio de Arquitectos de Almería, que ha sido presentado estos días en la Expolevante de Níjar, precisamente uno de los municipios en el que se desarrollaron el mayor número de proyectos.



El decano del Colegio de Arquitectos de Almería, José Eulogio Díaz Torres, reflexiona en el libro sobre la situación de entonces y la actual, e invita a reflexionar “en un momento en el que se estima necesaria una revisión del modelo de producción agrícola que obliga a volver a planificar buscando soluciones desde la arquitectura y el urbanismo a nuevos requerimientos de vivienda”.



La publicación ahonda en la importancia de unos pueblos que vinieron a dar una vivienda a miles de personas llegadas al albur de la nueva agricultura. Esos pueblos han crecido y se han asentado como lugares de residencia de personas que viven de la agricultura.


Uno de los problemas que detectan el autor y los arquitectos es que, en buena medida, no se ha respetado al modelo inicial y aquellos pueblos de nuevo cuño han visto modificada su esencia, aquello que los hizo diferentes, esos núcleos que hoy parece tan difícil poner en marcha para otras generaciones de almerienses.


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