El río desemboca en Mojácar tras 37 kilómetros. Esa imagen extraordinaria, idílica del único oasis de Europa, no debe esconder que hay ecocidio permanente, una destrucción del medio ambiente, en especial de forma intencionada. Pese al espejismo que han supuesto las lluvias primaverales que hemos disfrutado este año, el Río Aguas sigue amenazado. Lo denuncian los expertos y el sentido común. La proliferación de pozos a medio y largo plazo representan hambre. La cuenca del acuífero del Río de Aguas sigue siendo sobreexplotada de manera intensa por olivares superintensivos de más que dudosa legalidad. Es un insulto para el sentido común comprobar que hay concesiones por encima de la capacidad sostenible del acuífero, lo que sigue provocando que a pesar del extraordinario año hidrológico el histórico manantial de los Charcones de Góchar siga seco, sumiendo en el ecocidio a todas las huertas de Góchar, Quijiliana, Los Algarrobos, El Mayordomo, el Tieso y La Tejica, provocando el abandono de los habitantes de estas preciosas cortijadas. Tal como denunciaron mis amigos como Diego Hermosilla Fernández que nació en la zona de los Molinos, un lugar extraordinario donde se producen los mejores tomates, patatas y pimientos del mundo, rodeados de juncos y cañas. O el impagable Andrés Pérez, director de la revista El Afa, el verdadero ojo del desierto de Tabernas-Sorbas.
La editorial de la Universidad de Almería, que dirige el profesor Miguel Gallego Roca, acaba de lanzar “El ecocidio del Río Aguas. El ocaso del único oasis de Europa”, extraordinario libro con textos de Rafael Doctor Roncero y José María Calaforra. Las fotos, impresionantes y pedagógicas, a doble página que acompañan la cuidada edición pertenecen a José Manuel Ballester, Cristina de Middel, Cristian Rodríguez, Eduardo Nave, Alex de la Croix y la almeriense Estela García “que ha mirado este lugar desde la propia poesía inherente a su memoria y a las vivencias de infancia en ese paraje”. Coincido plenamente con el exdirector del Centro Andaluz de la Fotografía Rafael Doctor Roncero cuando denuncia que la zona es la gran desconocida para el público de Almería: “Al final uno descubre que la provincia de Almería son muchos mundos distantes que nada tienen que ver unos con otros y que tanto la zona de Poniente como esta de Levante apenas tenía conocimiento una de otra y, además, dentro de cada una de ellas eran escasas las relaciones entre sus diversos pueblos. Comprendí la complejidad de una historia donde la falta de medios de comunicación básicos, así como el aislamiento por siglos de poblaciones prácticamente autosuficientes, habían generado una visión cerrada de la sociedad pobre donde todos estaban lejos.
El descubrimiento de este paraje no dejaba de depararnos sorpresas: grandes construcciones de siglos pasados abandonadas, restos de otras agriculturas e incluso un gran pueblo absolutamente camuflado, mimetizado entre dos montañas: un pueblo fantasma llamado Marchalico Viñicas, construido entero con piedras de yeso, pero ya abandonado desde los años sesenta. Allí brotaba el agua de la gruta de una montaña, agua que, sin duda, no fue suficiente para abastecer a la gente de ese final ni mucho menos capaz de originar alguna riqueza que pudiese competir con la unívoca atracción urbana aún vigente hoy en día. Lo poco que en ese mundo tenían, como ocurrió en tantos cientos de pueblos de España, lo abandonaron para ponerse a disposición de grandes ciudades como Valencia o Madrid, grandes ciudades que reclamaban mano de obra barata de personas no cualificadas; trabajadores que cambiarían su miseria por otra, un señorito por un patrón, un paisaje puro pero durísimo por otro urbano donde no uno tenía más posibilidades de subsistir”. Rafael Doctor reitera el desconocimiento que se tiene en la provincia sobre la importancia o se quedan con las referencias a ciudadanos extranjeros que han comenzado a trabajar con una agricultura sostenible y a experimentar con nuevos usos de las cañas y las pitas. Doctor, comprometido en la defensa de los intereses generales de la provincia, hace referencia a dos libros que forman parte de dos autores a los que he tenido el privilegio de conocer personalmente como Juan Goytisolo y al diplomático afincado en Mojácar hasta su fallecimiento Rafael Lorente, y su libro Thalassa, Memorias de una Almería Insólita, agotado y que su hijo Enrique está deseando reeditar.
Un día de 1996 tuve el privilegio de entrevistar a Antonio Soriano, uno de los primeros editores y sobre todo vendedor de las obras de los exiliados, los protagonistas del llamado contubernio de Múnich o escritores desterrados cuyas obras estaban prohibidas. El amable Antonio Soriano me confesó que entraban todos los veranos de los años de la dictadura a España con pasaporte falso y el apoyo logístico del diplomático Lorente. La intelectualidad francesa disfrutaba de los veranos de Mojácar, Carboneras, Aguamarga y las rutas del Río Aguas.
El catedrático de la Universidad de Almería José María Calaforra, coautor de El ecocidio del Río Aguas, lleva años de estudio y preocupación por el incierto futuro de un bien escaso. “Por ello, debe imperar una especial concienciación dirigida a la protección de las aguas subterráneas tanto de su calidad como de su cantidad. El acuífero del Alto Aguas y manantial de Los Molinos están sufriendo los efectos de una planificación hidrológica desconectada de un crecimiento agrícola incontrolado. Algo está fallando en la administración responsable en el uso del agua para que cosas como las descritas en el libro estén ocurriendo. Hay soluciones, pero hay que ponerlas en marcha cuanto antes y de esto no solo es responsable la administración sino también los habitantes de la comarca que quieran luchar por la conservación de su patrimonio natural”.
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