Adiós al alcalde tranquilo de Vera, que se fue, volvió y se ha vuelto a ir

José Carmelo anunció esta semana su despedida

José Carmelo Jorge Blanco, alcalde de Vera en distintas etapas.
José Carmelo Jorge Blanco, alcalde de Vera en distintas etapas.
Manuel León
22:50 • 03 feb. 2023

“Ha sido un honor ser alcalde de Vera, es el pueblo de mi vida”  exclamó  turbado José Carmelo el día que anunció por sorpresa su despedida, con el pendón real encarnado tras sus anchas espaldas. La sala de plenos irrumpió entonces en aplausos y Pedro, el eterno secretario municipal, le estrechó la mano: “Llevamos juntos desde el 95”, le dijo conmovido, con la complicidad de un recluta de la mili. Se va José Carmelo a reposar su cuerpo de armario ropero; se va el tercer alcalde que ha tenido Vera en democracia, tras una vida política de ida y vuelta en la que ha entrado y salido por el portón de la Plaza Mayor en varios envites; se va José Carmelo, el boticario, el canario, sin haber perdido un ápice de su acento isleño, a pesar de ser ya más veratense que una cazuela de la Terraza Carmona, porque uno es de donde uno se siente, no de donde uno nace sin elegirlo; se va  José Carmelo como alcalde pero no deja su acta de edil. Seguirá mirando desde el palco como en los toros por San Cleofás, con esa serenidad que le da el haber pegado tanto tiro olímpico; se va José Carmelo a pasar más tiempo en su sillón de orejas con la familia, a ver más cine, a leer más libros, a dar más paseos por el campo o por la playa.



Llegó José Carmelo de su Las Palmas natal en 1980, con 27 años, siguiendo el rastro de una mujer. Abrió farmacia y óptica en Vera y sucursal en Garrucha, donde lo vimos por primera vez con su altura de pívot, con su pelo cano prematuro, con su acento insular, serio como un sacristán, graduando la vista de los escolares y de los ancianos en el antiguo estanco de la Viuda.



Venía de una familia canaria de ocho hermanos, algunos de ellos también vinculados a la política local. Carmelo quiso, sin embargo, cambiar de orilla, cambiar de mar. Y así llegó a la isla de Vera y así decidió un día dar el paso, siempre enrevesado, de la política, de la que uno nunca sale igual que cuando entró. Fue en 1995 cuando él y Félix le arrebataron la vara del Ayuntamiento a César, el nieto de don Juan Cuadrado, cuando parecía que nunca la iba a perder. Gobernaron en alianza: Félix  con Paco y su PA y José Carmelo con Miguel y su PP. Hasta que Miguel dimitió de presidente del partido y el canario tomó el relevo. En 1999  José Carmelo ya se presentó como cabeza de lista de los populares, pero, tras el recuento, consideró que no había obtenido el rédito que esperaba y renunció. Pero volvió a la carga en 2011, tras la espantada de Diego Morales, y ganó las elecciones a Félix, su perenne rival político y antiguo aliado. En 2015 volvió a vencer en minoría, pero Félix e Isabel Haro se aliaron y le hicieron la pinza. Y volvió testarudo en 2019 y venció de nuevo en su pueblo adoptivo -en esa ciudad con uno de los mayores futuros de la provincia que tendrá pronto un ferrocarril a sus pies- esta vez con holgura. Ahora se va José Carmelo de nuevo de forma definitiva a que descanse su corazón, así se lo ha prometido al médico; no parece que vaya a volver más, pero tratándose de José Carmelo, nunca se sabe.



Se va este José Carmelo apacible, ya más patano que canario, el hombre tranquilo, un John Wayne que, al margen de ideologías, le ha sabido dar serenidad, elegancia, a la vida política veratense. Que no se trunque la herencia. 







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