José Antonio Arcos
17:13 • 20 abr. 2012
La Expo se puebla por la tarde. Y es normal, si de lo que se trata es de contar el número de agricultores que visitan la feria agrícola.
Por la mañana y a mediodía la faena del agricultor no es estar en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Aguadulce. Su pensamiento es estar en su finca, a pie de invernadero.
Y es importante subrayar todo esto para desmontar el comentario fácil que enfatiza que ha habido una floja afluencia de visitantes durante la mañana y primeras horas de la tarde, sobre todo, observando la jornada inaugural. El primer día, miércoles, a partir de las 5 de la tarde se multiplicó el número de visitantes hasta la hora del cierre. Algo similar a lo que ocurrió ayer, jueves, segundo día de feria.
Los organizadores de Expo Agro han vivido durante todo este año atrás con una obsesión: devolver la silueta del agricultor a los pasillos del Palacio de Congresos en el que se celebra la feria. Y aunque este objetivo se ha cumplido parcialmente, y se está aún lejos de aquella estampa del siglo pasado de una Expo repleta de agricultores; sería del mismo modo injusto decir que no los hay. Sí que hay empresarios del invernadero, principalmente por la tarde cuando han terminado su trabajo diario y pueden asistir a este foro internacional del campo almeriense.
Agricultores que vienen de El Ejido, de Adra, La Mojonera, Vícar, Berja, Dalías, Roquetas de Mar, La Cañada, El Alquián, el campo de Níjar e incluso de otras provincias, como Granada.
“Venimos de Motril, de Carchuna, y en realidad venimos todos los años porque nos gusta la Expo y lo que aquí podemos encontrar”, comenta Oscar Rodríguez, un agricultor de la cooperativa granadina La Palma, que junto con dos hermanos también productores y algunos trabajadores entraba ayer tarde por la puerta norte del recinto ferial.
Con algunas pocas bolsas
Aunque la feria se desarrolla en el Poniente, no faltan agricultores de la otra gran zona de producción de la provincia: el campo de Níjar. Antonio López y Matilde Viciana son un matrimonio que produce tomate en su explotación de Los Grillos.
Ellos son de los pocos agricultores que se dejan ver en la feria a las horas más tempranas, antes de las 3 de la tarde. De ahí que se justifique su crítica. “Hay más comerciales y políticos que agricultores, y las semillas, ¿dónde están? Es un poco decepcionante”, comentan.
Otro compañero de los medios, responsable de distintas publicaciones y un portal online, sale en defensa de la feria: “No podemos dejar morir la Expo, hay que estar siempre aquí, entre otros motivos porque el cliente que viene de fuera tiene que ver fortaleza, la de nuestro sector”.
En cualquier caso, la crisis se nota y subyace como una marejadilla que se escucha de fondo. Quizá de forma simbólica la escasez de merchandising y de bolsas de regalo (las pocas que hay no están repletas de ‘bolis’, como antaño) sea un termómetro adecuado que mida la temperatura de la feria de este año.
Aún con todo, el ‘modelo Almería’ sigue necesitando de su feria, como escaparate.
Por la mañana y a mediodía la faena del agricultor no es estar en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Aguadulce. Su pensamiento es estar en su finca, a pie de invernadero.
Y es importante subrayar todo esto para desmontar el comentario fácil que enfatiza que ha habido una floja afluencia de visitantes durante la mañana y primeras horas de la tarde, sobre todo, observando la jornada inaugural. El primer día, miércoles, a partir de las 5 de la tarde se multiplicó el número de visitantes hasta la hora del cierre. Algo similar a lo que ocurrió ayer, jueves, segundo día de feria.
Los organizadores de Expo Agro han vivido durante todo este año atrás con una obsesión: devolver la silueta del agricultor a los pasillos del Palacio de Congresos en el que se celebra la feria. Y aunque este objetivo se ha cumplido parcialmente, y se está aún lejos de aquella estampa del siglo pasado de una Expo repleta de agricultores; sería del mismo modo injusto decir que no los hay. Sí que hay empresarios del invernadero, principalmente por la tarde cuando han terminado su trabajo diario y pueden asistir a este foro internacional del campo almeriense.
Agricultores que vienen de El Ejido, de Adra, La Mojonera, Vícar, Berja, Dalías, Roquetas de Mar, La Cañada, El Alquián, el campo de Níjar e incluso de otras provincias, como Granada.
“Venimos de Motril, de Carchuna, y en realidad venimos todos los años porque nos gusta la Expo y lo que aquí podemos encontrar”, comenta Oscar Rodríguez, un agricultor de la cooperativa granadina La Palma, que junto con dos hermanos también productores y algunos trabajadores entraba ayer tarde por la puerta norte del recinto ferial.
Con algunas pocas bolsas
Aunque la feria se desarrolla en el Poniente, no faltan agricultores de la otra gran zona de producción de la provincia: el campo de Níjar. Antonio López y Matilde Viciana son un matrimonio que produce tomate en su explotación de Los Grillos.
Ellos son de los pocos agricultores que se dejan ver en la feria a las horas más tempranas, antes de las 3 de la tarde. De ahí que se justifique su crítica. “Hay más comerciales y políticos que agricultores, y las semillas, ¿dónde están? Es un poco decepcionante”, comentan.
Otro compañero de los medios, responsable de distintas publicaciones y un portal online, sale en defensa de la feria: “No podemos dejar morir la Expo, hay que estar siempre aquí, entre otros motivos porque el cliente que viene de fuera tiene que ver fortaleza, la de nuestro sector”.
En cualquier caso, la crisis se nota y subyace como una marejadilla que se escucha de fondo. Quizá de forma simbólica la escasez de merchandising y de bolsas de regalo (las pocas que hay no están repletas de ‘bolis’, como antaño) sea un termómetro adecuado que mida la temperatura de la feria de este año.
Aún con todo, el ‘modelo Almería’ sigue necesitando de su feria, como escaparate.
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