22 de mayo. 2018. Abraham Américo Suárez Ramos (16 de septiembre de 1976, Puerto Cabello, Venezuela), mayor de la Guardia Nacional de su país, es entregado a la Dirección General de Contrainteligencia Militar. Era comandante de la Unidad de Operaciones Especiales. Acababa de pedir una baja voluntaria para atender a su familia y esa madrugada se encontraba con compañeros de su unidad en una escuela de formación de oficiales.
Era la Operación Armagedón. Se fragua su detención. Junto a él, es también arrestado el mayor de la aviación, Adrián de Gouveia de Sousa, y una treintena de altos cargos del ejército. Le acusan de robar armamento para sublevarse contra Maduro apenas unas horas después de su reelección como presidente de Venezuela.
Desde mayo de 2018 y hasta finales de 2023, Suárez es sometido a torturas. Durante esos cinco años y siete meses, la líder política María Corina Machado y la periodista Carla Angola visibilizan la causa para evitar su muerte.
El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos considera el caso de Abraham Suárez y sus compañeros como uno de los episodios más duros de represión del régimen de Nicolás Maduro para torturar y ajusticiar a sus oponentes.
Seis años después de aquel infierno, Abraham vive como asilado en Almería. Y comparte un rato con La Voz. Es menudo, habla con pausa, sonríe en la adversidad.
Es arrestado horas después de ser reelegido Nicolás Maduro.
A las dos de la madrugada del 21 de mayo de 2018 me entregan. Ya habían arrestado en los días previos a las elecciones presidenciales a otro grupo de militares. Fuimos 33 personas imputadas.
Le acusan de llevar personalmente un explosivo para el desfile del 5 de julio de 2018, pero llevaba detenido desde mayo.
Nunca hubo un intento de golpe de estado. Ni siquiera hubo pruebas.
Entra encapuchado en la cárcel...
Sí. Y esposado. Inmovilizado.
Qué torturas sufrió en prisión.
Golpes con una tabla en los glúteos, patadas, asfixia con bolsas de plástico en la cara...
Y descargas.
Me aplicaron electricidad, me intentaron introducir por el ano un palo de escoba, estuve atado con cuerdas con los brazos hacia atrás 48 horas, me privaron de comida y agua y me encerraron en habitaciones completamente oscuras y sin espacio.
Dice que le llegaron a aplicar cargas de corriente en los testículos...
Sí.
A la semana de entrar en prisión le permiten llamar a su mujer.
No tuve comunicación con mi familia. A los siete u ocho días, el abogado les hace saber mi situación. Y yo vi a mi esposa a los 45 días.
Durante meses, a su esposa, Ysmenia Cedeño, le amenazaron con hacer desaparecer a sus hijos si denunciaba las torturas.
El 28 de mayo de 2018, juicio. Le acusan de intentar un golpe militar.
Nos imputan cinco delitos: traición a la patria, instigación a la rebelión militar, conspiración para el motín, contra el decoro militar y sustracción de efectos de las Fuerzas Armadas. Con eso me privaban de libertad.
Entró en la cárcel de Ramo Verde (estado de Miranda).
Fue la famosa entrada de supuestos mercenarios gringos por la costa del estado de Vargas.
En abril de 2020, desatada la pandemia, lo trasladan a otro centro. Le acusan otra vez de organizar un golpe militar.
Me daban dos minutos de llamada una vez a la semana. Enfermó mi papá y me escondían las noticias. En 2021, falleció. Lo primero que hacía por las mañanas era hablar con el Señor y con María. Yo me encontraba en un aislamiento, sobre todo psicológico.
Sufrió un cuadro depresivo muy intenso. Hasta el punto de la desesperación. Fue ingresado en un hospital por intento de suicidio. Le prohibieron tomar la medicación recetada. Lo suyo fue un calvario. Activistas denunciaron su cruz en las redes, pero para los afines al régimen él era un traidor.
El 28 de diciembre de 2023 es liberado, pero el 14 de enero de 2024 se entera de que hay otra orden de captura contra él. El 15 de enero decide huir hacia Colombia. Territorio de la guerrilla. Cómo sobrevivió.
Me fui moviendo por fincas ganaderas de amigos hasta que llegué a un hato que colinda con Colombia. El miedo era latente por la guerrilla colombiana, que siempre ha sido adepta al régimen venezolano de Maduro.
Vuelo a España. Madrid, Almería. Desde enero de 2024, quien fuera una de las voces militares más enérgicas contra el régimen comunista de Maduro, uno de los presos políticos que más pólvora escrita ha suscitado, pasea tranquilo por las calles de Almería, alejado ya del ruido de sables de aquel rico país empobrecido.
Convive aquí con migrantes de más de 100 países. Respeto a la diversidad.
Uno tiene que buscar su acomodo, respetar la casa ajena y adecuarse a las normas.
Su última Navidad normal...
Hace casi nueve años. En 2016 pudo compartir con mis hijos y mi esposa. En el 2023 recibí Año Nuevo con una tía materna para protegerme de la persecución. Espero una Navidad en Almería con mi familia.
¿Se ha adaptado bien su familia?
Mi hija se adaptó rápidamente. Al varón, que es adolescente, le ha costado desprenderse de las amistades y familiares de Venezuela. Y mi esposa ha sido una guerrera.
Supongo que en sus planes está volver.
Espero darles una calidad de vida a nuestros hijos aquí, pero aspiro a regresar y seguir con mis proyectos personales.
El exmayor de la Guardia Nacional de Venezuela espera, ansioso, la vuelta a la democracia. Mientras, Almería lo acoge con un anonimato sobrecogedor. Le gusta el mar y nuestra luz, nos dice, porque se parece a la ciudad donde un día se enamoró. A veces se le ve oyendo música. Ensimismado.
Dice que Almería le recuerda a su terruño.
Sí, es como el oriente de mi tierra. Allí conocí a mi esposa.
Abraham ha ocultado su lugar de asilo. Hasta que ha dicho basta. En junio de 2024 dio un testimonio impactante en un foro de un centro sobre la defensa de la democracia en América Latina al que acudió, como referente moral de la socialdemocracia, el expresidente Felipe González (del mismo partido que Zapatero).
La historia de Abraham, que podría ser nuestro vecino de al lado, es una doble lección de vida: representa a todos los seres humanos que huyen de la represión de las dictaduras y escenifica la rica diversidad que las migraciones producen en las sociedades de acogida.
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