Pepe Cazorla
21:00 • 04 ene. 2025
La iluminación va llenando la noche con sus destellos, y las calles resplandecen de luz y animación en Adra. Un tiempo atrás, y en aquella mitad del siglo XX por aquél contorno pasaban todo lo que pudiéramos llamar población flotante, turistas, agricultores, comerciantes, tratantes de ganado, pescadores de río revuelto y de mar tranquila, hacendados de la Contraviesa, personas de buena fe.
El bar ‘La Granja’ en aquella época era un buen mirador estando situado en una plaza amplia, urbanizada, con buenos edificios, su piso estaba cubierto con losicas pequeñas, unas eran de color rojo y otras blancas, con dibujos de un barco, castillo o un león. Tenía columnas de mampostería pintadas de rojo, jardinillos, pérgolas y enredaderas que en verano, daban sombra y frescura. A su lado, atravesando la calle Real, el Ayuntamiento.
Esta plaza era el corazón de Adra, lo sigue siendo, algo así como una ‘Puerta del Sol’. El quiosco de Salmerón era un hervidero para la chiquillada la que acudía a su panal como abejas. Las columnas de aquella plaza estaban unidas por poyetes que los mayores usaban para pasar sus horas de descanso.
Sentado en aquel lugar con la consabida y humeante taza de moka se podía observar el gran espectáculo de la vitalidad abderitana. Desde esa plaza podías mirar como en todas las plazas y plazuelas del mundo, tenia algo de jardín de Akademos, Patio de Monipodio o Casa patio Cátedra, todo en una pieza, pero delimitado por castas, colores y atuendos, era donde la vida en este pueblo industrioso ponía su nota de color típico y en donde se destacaba con trazo vigoroso el perfil único del transeúnte natural de Adra.
La fisonomía de la ciudad parecía llevar grabada indeleblemente, la huella heterogénea y compleja de todos los pueblos y razas que pisaron el suelo abderitano con el correr de los siglos, y el estruendo de las batallas que tuvieron lugar desde los primeros albores de la Historia. En las Fiestas de Septiembre, se instalaba una plataforma en una de las esquinas de la plaza para que sobre ella, por las noches, tocara una orquesta piezas bailables con lo cuál, los jóvenes atiborraban el recinto.
Mirando la fotografía coloreada, que sirvió en su tiempo de estampa de felicitación navideña, parece que el tiempo se ha detenido para recordar tantas historias en música, bailes, risas, paseos, miradas y amores o mientras se deleitaba una bebida y devorabas el periódico que habías comprado en el quiosco. A partir del 1944 cuando se crea la Banda del Frente Juventudes se viene a celebrar verbenas y bailes populares en el ‘Kiosco de la Música’ a orilla del Ayuntamiento y que también eran amenizados por la Banda Municipal de Música local, mientras, se cobraba vida con un colorido y animación convertido en un río humano.
La banda de música del maestro Alberto Escámez, que había cambiado el mundo de las Cornetas y Tambores por el de la Banda de Música, gozaba de un sólido y bien ganado prestigio en la provincia, y que se nutria con componentes del Frente de Juventudes, amenizaba día y noche los actos musicales desde aquel quiosco o templete permanente sin cubierta que estaba lo suficientemente elevado para que no fuese un obstáculo para el tránsito público a pies de la Casa Consistorial. Magníficamente acoplada, conjuntada, preparada, afinada y compenetrada en todo momento, la banda que dirigía el maestro Escámez, había consolidado y revalorizado su excelente preparación y clase, mereciendo el aplauso constante de cuantos aficionados seguían de cerca la labor. ¡Que bellos golpes de vista!
Los templetes o llamados también quioscos de la música, como en el caso de Adra, cumplieron una importante labor cultural a nivel popular, toda vez que proporcionaban un acercamiento a la música, una de las bellas artes más antiguas y completas. En estos espacios, las bandas de música interpretaban sus repertorios ante una audiencia fiel.
Con Escámez como compositor musical y autor de diversas piezas que en su tiempo, como el ‘Foxtrot’ y el ‘Turkestan’ traspasaron las fronteras, se hicieron popularísimas, logrando en pocos años, una banda que podía competir en todos los terrenos con cualquier otra. De las obras dedicadas a Adra, durante su estancia en nuestra localidad, quizás sea ‘Noches de Adra’ la que llegó a gozar de mas popularidad tras su estreno. Durante algún tiempo fue la pieza escogida en la Puerta del Mar para cerrar los conciertos de los domingos y festivos que se celebraban.
También existía, en la Plaza Puerta del Mar, apunta el profesor Francisco Crespo, un surtidor de gasolina propiedad de Antonio Martin Ramírez, el primero en Adra, que estaba situado en la misma orilla de la Carrera de Natalio Rivas, muy cercana al quiosco de loterías de Dª Pepita Lorenzo, y consistía en un único surtidor provisto de una manivela con la que se bombeaba el combustible al depósito del vehículo. Testigo de ello era también la tienda del ‘Rinconcillo’ que vió nacer la andadura a la ‘Orquesta Tropical’ formada por jóvenes músicos de la Banda Municipal que fue evolucionando hasta convertirse en los Window´s ya en los sesenta.
Aquella vía, nuestra principal vena aorta hasta nuestros días, era de obligado punto de reunión de muchísimas generaciones de enamorados que pusieron una nota de honda poesía en las tardes de verano, hasta que caían sobre la ciudad las difusas sombras vespertinas, y el firmamento parecía una inmensa bóveda de cristal, donde empezaban a rutilar como gemas, los primeros luminares de la noche. En el alma de todos, quedará grabado con toda la emotividad, el grato recuerdo de aquella estampa.
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