Desde el año 2015 la fiesta de la ‘Zambombá flamenca’ está considerada ‘Bien de Interés Cultural‘. En Adra, y en la plaza junto a la Peña Flamenca La Torre, se vivió un año más la zambombá (zambombada) cuyo significado es algo más que una botella de anís, los sonidos roncos de zambomba o unos villancicos al compás. El anhelo de juntarnos en Adra alrededor del fuego ha perdurado, los flamencos siguen tocando, cantando y bailando, y la peña flamenca abderitana abre sus puertas a la colaboración para acoger esta fiesta que nació en los patios de vecinos. La zona de la campiña jerezana, y en la provincia de Cádiz se lleva haciendo desde el siglo XVIII, cuando los familiares,vecinos y amigos se reunían en los patios de las casas, a elaborar los típicos dulces navideños y otros preparativos para las fiestas navideñas.
Bulerías, tangos, alegrías y villancicos tradicionales, fueron los ritmos que nos llevaron a acercarnos a una de las celebraciones que más contagió a los asistentes ofreciendo lo mejor de su arte y esa alegría que siempre les ha caracterizado, esa que les hace vivir enamorados de la vida y el flamenco. Las voces de María José Diaz, Ana y Charo del Pino,Nuria Valerino y Estefanía Lorenzo se entremezclaban en un menú degustación con la pandereta de Gonzalo,las guitarras maestras de Franci Monge y Ramón Rivera, acompañados todos al cajón por Gonzalo Padilla y el baile con Martina Martín y Lucía Moreno, respectivamente.
Esta fiesta se encuentra muy arraigada en Adra desde que a principios de los años noventa el matrimonio formado por Fina Soto Arjona y su marido, Luis Argudo, provenientes de Jerez de la Frontera (Cádiz) y afincados en Adra desde entonces, decidieron crear un Grupo Folclórico al que llamarían ‘Abdera’, y lo realizaron junto al hermano de Fina, el guitarrista malagueño Antonio Soto y otros importantes miembros. Si bien era un grupo rociero, éste abarcaba baile y coro también, teniendo su primera Zambombá Flamenca a las puertas del Consistorio abderitano ante un gentío enorme nunca jamás visto hasta entonces. Inicio de una tradición, que se ha mantenido gracias a la transmisión oral de vecinos. Así se vive la Navidad en Adra, de una manera pasional, llena de embrujo, zambombas y féminas, imbatibles. Porque son ellas las que mejor conocen los repertorios, las que ponen más ímpetu y ganas en la interpretación de las coplas, las que con más asiduidad salen al centro del corro para marcarse un baile. Su presencia se palpa, se siente por todos los presentes.
Por eso, cada Navidad, se programa un espectáculo flamenco que se llama “Zambombá flamenca” donde priva la espontaneidad de los artistas que simulan una fiesta entre amigos y en torno a la lumbre. Suenan villancicos cantados inevitablemente, por bulerías.
Suena guitarra y zambombas.También están presentes instrumentos como la pandereta o la botella de anís, que, gracias a sus estrías, tiene un característico sonido. Las sillas, de enea, están dispuestas formando un semicírculo que deja a las cantaoras y guitarristas en la parte trasera, dejando hueco para los bailes que se realizan de pie, arrastrando al público con una candela en el centro de la escena, que rodean aficionados y vecinos dispuestos a pasarlo bien.
Menuda juerga que se montan. Rechace imitaciones. Luego dirán, con razón, que mamaron el flamenco desde pequeños. Un cantar y bailar todos juntos. La colaboración del Ayuntamiento de Adra, La Peña, y patrocinadores como, Camporío, Jamones Picena y Rodri Mármol, junto a todo el elenco flamenco que sale a escena, contribuyen a dar un impulso a una celebración coral, y nadie se salva de interpretar alguna letra.
En la peña flamenca ‘Adra La Torre’ saben que lo que cuenta es la participación, la pieza más importante de la fiesta para la convivencia. Y es que entre todos, participantes y público en general, se hacen una ‘Olla de Adra’ imaginaria de las más ricas, lo mismo que se hacía antiguamente en los patios de las casas. En lugar de nabos, tocino y morcilla, le ponen polvorones y villancicos endulzandola aún más con la alegría de los presentes en un encuentro en el que no faltaba la gastronomía tradicional, con especial acento en dulces y bebidas de la zona, como anís y vinos ‘de Costa’. Removieron la olla por rumbas y por bulerías. Y al final nos tomamos un plato calentito y a compás, que alimentó nuestra alma y las ganas de vivir y amar.
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