Hace unas semanas que las obras de ampliación del puerto de Roquetas han despertado la admiración de los vecinos, imagínense construir bajo el agua. Un par de buzos se encargan de la obra y, la grúa que mueve las cargas flotando sobre un pequeño barco rojo es la misma que sumerge 9.000 botella de vino en Cartagena.
El patrón y empresario, Gregorio Ayllón, un murciano que dejó pronto la escuela. Sin embargo, ahora da charlas en los institutos sobre cómo desarrollar una bodega bajo el mar, montar placas solares en pantanos o construir puertos.
“El futuro es la economía azul y la economía circular. La primera trata de traer beneficios del mar y desarrollar empresas que vayan acorde a la producción marítima y, luego la economía circular, es decir tener varias empresas y que unas abastezcan a otras y sean bastante complementarias”, dice Ayllón. Su móvil no deja de sonar a última hora de la tarde cuando los buzos están recogiendo. Durante la temporada alta trabajan hasta 20 operarios en su empresa.
Criado en el puerto de Mazarrón, su madre era ama de casa y su padre banquero, fue el primero de la familia en dedicarse al mar. A los 16 años empezó a bucear y a los 18 profesionalizó la actividad. Poco después comenzó a trabajar en una picifactoría de su pueblo, sacó el título de patrón de barcos, el de operario de grúas y a los 25 años constituyó su primera empresa.
“Como soy así de emprendedor y de visionario para los negocios, hice una patente de plataformas flotantes con placas solares para cubrir pantanos de río. De esa manera se puede sacar energía utilizando la lámina de agua que tú ya tenías existente en tu terreno para la producción de energía, también evita la evaporación y reduce la proliferación de algas”, dice Ayllón.
Su estrategia de crecimiento siempre ha sido diversificar el negocio a partir de la matriz, el buceo. Hace diez años que se aventuró con una bodega bajo el mar en Cartagena porque había escuchado las bondades de los vinos bajo el mar de una bodega vasca. Y antes de comenzar con el negocio ya previó su nicho de mercado: los cruceristas.
Desde hace un año Ayllón explota su marca de vino bajo el mar, Sulibella, que vende online y a cruceros de turistas. Durante la travesía los excursionistas degustan vinos submarinos maridados con productos de la tierra como el tomate y del mar como la mojama, atún, etc. Este modelo se expandirá próximamente a Almería y Alicante.
El nombre de la marca homenajea a las profundidades y el silencio del mar donde el vino permanecía olvidados después de los naufragios. Aquellas botellas que fueron rescatadas y catadas inspiraron la primera bodega submarina del mundo, Crusoe Treasure, a principios de 2010 en País Vasco.
Pero este innovador necesitó casi 10 años para perfeccionar el proceso de sumergir las botellas y hacer una bodega bajo el mar. Uno de los mayores problemas iniciales fue el lacrado de las botellas, necesario para evitar que el agua del mar afectara al vino. En esa primera cosecha sumergieron 700 botellas, 9.000 hoy en día.
“Perdimos muchas botellas al principio, el 95%”, recuerda Ayllón. Pero la persistencia y años de investigación dieron sus frutos, logrando perfeccionar el método y reducir los errores a un mínimo.
Las botellas se sumergen a una profundidad de 33 metros, en jaulas que pueden contener hasta 700 unidades. De esta forma se evita que la masa de agua caliente que se genera durante verano dañe el vino. Este entorno no solo transforma el contenido, sino también la apariencia de las botellas, decoradas naturalmente por organismos marinos.
“Nosotros somos especialistas en el buceo profesional y en el movimiento de cargas marítimas, pero no somos especialistas en vino. Nos tenemos que apoyar en los enólogos de las bodegas, que son los verdaderos especialistas, para desarrollar y sacar cada vez mejores productos. Realmente estamos enfocados a que todas las bodegas de España puedan tener un sitio donde envejecer sus vinos, nuestra misión es adentrarlos en el mercado de los vinos submarinos”, dice Ayllón.
Tinto y blanco tienen diferentes tiempos de maduración bajo el mar, después de haber seguido la barrica en tierra, de seis a ocho meses y de tres a cuatro respectivamente. El secreto está en el lacrado que se hace de la botella antes de sumergirla.
Además, el proyecto no se limita a la producción, sino que también ofrece experiencias únicas. En Cartagena, los turistas pueden disfrutar de catas a bordo de barcos, degustando vinos submarinos maridados con productos del mar.
Pasión y visión, tradición e innovación, tierra y mar pueden convergen para abrir nuevas posibilidades. Desde las profundidades del mar, el vino submarino enriquece tanto el paladar, como las formas en que interactuamos con la naturaleza y los recursos que esta nos ofrece.
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