La familia Gil Egea de Olula de Castro, compuesta por los hermanos Mariano, María Isabel, Emilio, Joaquín, Antonia, Eulogia y Ángel llevan más de diecisiete años reforestando la Sierra de los Filabres, donde han plantado alrededor de un millón de árboles, entre pinos, acebuches, algarrobos y encinas. Un lienzo verde que está consiguiendo frenar el avance del desierto, haciendo que la Sierra de los Filabres sea un paraíso destacados en Andalucía.
“El secreto para que nuestra reforestación esté dando los frutos deseados es que la base principal, las semillas, las cogemos de las propias plantas de la zona. Las sembramos en nuestro vivero, pero siempre con plantas autóctonas y en las épocas de lluvia, que aunque son pocas, pero en Almería también las tenemos; no rompiendo la cadena de plantación. Nosotros hemos traído plantas de Lérida, Francia... y no ha salido nada. Hasta que no hemos hecho nuestro vivero no lo hemos logrado”, señala el menor de los hermanos, Ángel, Vivero Los Filabres, recordando que las plantas las recogen por la tarde y siembran al día siguiente, devolviendo al vivero las sobrantes, para que se refresquen.
Los inicios
Con tan solo 18 años, Mariano Gil Egea, comenzó a reforestar, junto a sus padres, cuando esa misión la realizaba el Icona. “Recuerdo que hace cuarenta y ocho años yo llevaba ya un camioncillo con veinticinco o treinta personas para reforestar la Sierra de los Filabres. Con 18 años ganaba cuarenta pesetas mensuales. Con 23 años, cuando me fui a la mili, se pagaba ochenta pesetas. Se echaban catorce o quince horas todos los días. Salías a las cinco y media de la mañana y volvías a las diez de la noche. Había que echar las ocho horas y el camino no te lo pagaban” rememora el mayor de los hermanos, Mariano Gil Egea.
También colabora el resto de la familia, en unas reforestaciones que han realizado en municipios de la provincia como en Abrucena, Abla, Gérgal, Las Alcubillas, Aulago, Velefique, Castro de Filabres y el propio desierto de Tabernas, en el Tablazo, donde tenemos las mejores plantaciones y además están vivas. Todo ese esfuerzo para lograr que la planta crezca, se compensa cuando vemos árboles que plantamos hace veinte años y continuan vivos”, comentan Joaquín, Eulogio y Ángel.
Cien personas
Por su parte, AntoniaGil , explica que han llevado hasta cien personas diarias para forestar y que han plantado dos mil hectáreas, con un total de quinientos árboles en cada una. Llevan diez tractores, con un todoterreno cada uno y aporta siete u ocho personas cada hermano.
“Para mí, Olula de Castro es el rincón privilegiado de la Sierra de los Filabres. Estas piedras son tan especiales que el paisaje lo hace singular”, concluye Antonia Gil.
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