Hubo un tiempo en que los almerienses de Cuevas o de Vera, de Albox o Partaloa, de Serón o Lucainena, soñaban con los penachos de humo de las fábricas catalanas como emblema de prosperidad.
Se veían, fruto de esa imaginación febril que solo provoca la pobreza, con el pañuelo lleno de duros anudado al pantalón, de vuelta a su pueblo para comprar un cortijo y unos animales.
Pero también imaginaban, estos noveles emigrantes del pasado siglo, las historias picantonas que le contaban sobre el Paralelo barcelonés los que ya habían regresado de la diáspora forzosa. Relatos de mujeres que salían al escenario semidesnudas contoneándose sobre unos tacones de aguja al ritmo de de La Pulga con un largo pitillo en los labios.
El Molino fue el cabaret más celebre de todos, el más vitoreado, el que más ha calado en el imaginario popular. Hasta allí llegaban legiones de emigrantes almerienses, tunantes, parranderos y solterones burgueses, a hacer cola la tarde de los domingos, cuando no había otro mimbre que agarrar, con la camisa esclarecida y gomina en el pelo, a ver a la paisana Bella Dorita, a Granito de Sal o a Mary Mistral.
Doble moral Eran tiempos de censura, pero existía la doble moral, la vista gorda franquista, para que estos aguerridos jornaleros que llegaban a la próspera Barcelona pudieran también disfrutar de un espectáculo que no volverían a ver en su vida cuando regresaran a su tierra del sur.
Muchas décadas después de esos tiempos dorados, El Molino lucha por sobrevivir tras presentar hace unos meses concurso de acreedores con una deuda de diez millones de euros. Banco Sabadell es el principal acreedor de la empresa propietaria, Ocio Puro.
Después de 13 años cerrado, la firma reabrió el teatro en 2010, pero los resultados no han sido los deseados. Ocio Puro ha aplicado un ERE para la mitad de la plantilla formada por 24 personas. El que fue uno de los cafés conciertos más reconocidos de Europa en el siglo XX, busca captar más ingresos con el alquiler de espacios para cenas y fiestas y proyecciones sobre la historia del Molino y del Paralelo para los turistas. El Molino abrió sus puertas en 1898 con el nombre de Pajarera Catalana, junto a otros locales de espectáculos como El Olimpia, El Arnau, El Gayarre o El Condal. Pero ninguno gozó del predicamento del viejo Molino, donde reinó durante las primeras décadas de siglo la cuevana María Yáñez, bautizada entre bambalinas como Bella Dorita.
La vedette encandiló durante 40 años a un publico que se rindió a sus pies, sobre todo sus paisanos almerienses, sus primeros admiradores, cuando la veían surgir con sus ojos negros, su pelo enmarañado y su cintura de sílfide entre los bastidores.
Chicas de servicio El ambiente de ese barrio obrero, junto al Poble Sec, se mezclaba con los vientos salobres del Puerto y con el aroma a pino de Montjuic. El Paralelo estaba entonces lleno de chicas de servicio deshonradas por el señorito y no les quedaba otra alternativa que la vida en el cabaret.
En 1926 dejó de ser El Molino un local de espectáculos públicos, para convertirse en la sede, durante un breve periodo de tiempo, de Unión Patriótica, el partido de Miguel Primo de Rivera. Durante la Guerra fue gestionado por el sindicato CNT.
El Molino, ese zaguán de emigrantes almerienses durante más de un siglo de vida, ha atravesado por periodos de esplendor y decadencia, pero siempre quedará en el recuerdo de esos charnegos que esperaban con pasión febril la tarde de los domingos para ponerse camisa limpia y comprar entrada en el más popular de los templos del pecado.
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